Deporte y universidad
Vicente Añó
Durante el franquismo, un estudiante de Derecho, Medicina, Historia o cualquier otra especialidad, debía aprobar la asignatura de Educación Física. Era una materia obligatoria para todo el mundo, cursara la carrera que cursara, algo absurdo que la Democracia eliminó. Aquella Educación Física, se sustituyó por una oferta libre de actividades deportivas y las universidades crearon sus servicios de deportes. Nació, así, un nuevo concepto, en el que lo primordial no era la obligatoriedad de una materia en edad adulta sino «la prestación un servicio», como el de bibliotecas, el de publicaciones o llas actividades culturales. Eso sí, muy necesario, por cuanto los universitarios, seres humanos al cabo, precisan hoy más que nunca, ejercitarse físicamente ante el creciente sedentarismo de nuestra sociedad. Las universidades no podían quedarse atrás y debían ofrecer a sus alumnos una gama amplia de posibilidades, como lo hicieron los ayuntamientos, los grandes motores del deporte en la democracia, y otras instituciones. La Educación Física y el Deporte como materia académica, quedó reservada a quienes necesitarán obtener conocimientos para ejercer de profesionales de la materia. En los albores de los años 80, además, esos estudios no estaban en la Universidad, ésta tardó en incorporarlos y, principalmente, en comprender su impacto en la sociedad. Algo que todavía perdura entre muchos de los profesores universitarios y, lo que es peor, entre muchos de sus cargos directivos, a pesar del tiempo transcurrido y de la incorporación de los antiguos INEFs, o la creación de Facultades de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, como la que existe en la Universidad de Valencia.
Y es que, al igual que pasó con muchos de los políticos de la izquierda española, condicionados por la utilización que el franquismo hizo del deporte —el nuevo «opio del pueblo» para unos cuantos— a éste se le consideraba poco relevante intelectualmente y de derechas. De lo primero hay tantos datos, documentos, autores y hasta restos arquitectónicos y artísticos, que eludo dar aquí una relación por considerarlo una obviedad. Lo segundo es tan erróneo como lo primero. Habrá de todo, como en la viña del señor, pero en cualquier caso entre la rama de los estudiosos del deporte, hay más que tiran hacia el centro izquierda y son más los liberales, en última instancia que los fascistas. Pues, ni incluso en sus orígenes en España, podía aplicársele ese calificativo. Baste recordar que en Barcelona estaba prevista la celebración de la Olimpiada Popular, auspiciada por la Internacional Socialista como réplica a los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, y que al no celebrarse, muchos de sus participantes se quedaron a luchar por la República en la guerra civil.
Por todo ello, la integración del INEF de Valencia creado en 1987 y ubicado en la antigua Universidad Laboral de Cheste no fue fácil. De entrada, la Generalitat tampoco facilitó las cosas, ya que en lugar de establecer una dependencia directa de la Universidad de Valencia, sólo firmó un convenio para dotarlo de profesores de materias impartidas en ella y presentes en el primer Plan de Estudios, creando un hibrido de difícil gobierno, con dependencia orgánica de la Dirección de Deportes, dependiente de la Consellería de Educación y Cultura Y menos mal que estaba en Educación. Tampoco la Universidad estuvo muy por la labor, hasta el punto que se llegó a negociar con la Polítécnica su incorporación a ésta. No llegó la cosa hasta ese extremo, y en 1992 se firmó el convenio de integración que culminó en 1998.
Ese INEF transformado hoy en facultad es un centro pequeño, con poca fuerza, sin muchos votos para elegir al nuevo Rector, e inacabado. Solo las protestas y manifestaciones en el año 2000 y anteriores, consiguieron que se bajará de Cheste al campus de Blasco Ibáñez, metiéndole con calzador en el antiguo Aulario, con evidentes carencias: sin piscina (los alumnos van a Abastos para dar esa asignatura), sin pista de atletismo, salvo la recta del Campus, sin cumplirse promesas hechas en el pasado y, a veces, con decisiones y criterios que demuestran el escaso conocimiento que se tiene de su funcionamiento o su relevancia social. Aún así, y a pesar de todo, la incorporación del antiguo INEF a la Universidad puede considerarse como positivo. A mi entender, incluso, como muy positivo.
Pero, hay que mirar hacia delante y resolver cuestiones claves, sobre todo, el papel que la Facultad debe jugar en su entorno deportivo, que no me atrevo a decir como emisor de mensajes hacia un nuevo concepto del deporte en la sociedad (en recuerdo de Orwell). Pero eso sí, con cuatro precandidatos a Rector, tres de ellos procedentes de de facultades grandes, a lo mejor, los pequeños somos decisivos y se nos escucha. ¡Qué menos!.
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