El fútbol, desde los prebostes de la Fifa al último utilero, es bastante conservador. Basta contemplar su renuencia a los avances tecnológicos, así sean para ayudar en la preparación técnica o psicológica, que provocan repelús en los entrenadores clásicos, o para complementar el trabajo de los árbitros, a los que la International Board se resiste. Ahora, los porteros han puesto el grito en el cielo por la aparición del Jabulani. Casillas y sus más ilustres colegas se quejan del poco tacto de la nueva pelota. Tal vez el problema resida en las manoplas que calzan, auténticos artefactos que privan a las manos de sensibilidad. A Iñaki Eizaguirre, el mítico portero vasco -¡que entrañable y clarividente su participación en El alma de La Roja!- le escuché no hace mucho, reflexionar al respecto: "¿Alguien se pone guantes para acariciar a una mujer?" Pues eso.