El día que el Levante UD le ganó al Numancia (0-1, 2 de abril), Luis García Plaza pensó que por qué no el Levante iba a ascender a primera. El sueño dejaba de ser algo utópico y empezaba a tomar forma. Y así se lo hizo saber a la plantilla. Los jugadores, algunos más sorprendidos que otros, escucharon atónitos las cábalas y explicaciones del técnico. Los hubo que creyeron que se trataba de una fanfarronada, pero él estaba convencido. "Faltaba algo de poso, pero fue entonces cuando me di cuenta de que este equipo podía ascender". Y así ocurrió. Un 13-J. Eso sí, el guión de García Plaza (Madrid, 1 de diciembre de 1972) falló. "Creía que ganaríamos en Irún y no apuraríamos tanto", afirma. Curioso. Y es que, aunque se veía venir y el técnico estaba preparado para ello, aún no se ha hecho la idea de haber certificado el ascenso. "Es increíble, sobre todo si pensamos de dónde venimos". Un calvario.

Triunfo forjado en la adversidad

Dicen que las adversidades unen y fortalecen al grupo. En este caso, más. Cuando García Plaza y sus colaboradores aterrizaron en el Levante UD hace dos temporadas el equipo era un "caos". Una palabra de lo más descriptiva. "Cuando firmé, sabía que las cosas estaban mal, pero cuando llevaba quince días aquí me di cuenta de que estaban mucho peor de lo que podía imaginar. Era un caos total. No teníamos jugadores, cuatro cambios del consejo de administración, la venta, incluso haciéndolo bien llegaba un comprador con otro entrenador. Por haber, en el vestuario no había ni agua caliente. Ha sido muy duro, por eso, ver lo que hemos logrado es increíble. El que ha estado aquí viviendo el día a día sabe lo que hemos sufrido y comprende nuestra alegría", relata.

Sin jugadores... ni agua caliente

Agosto de 2008 fue un mal mes para García Plaza. En sólo un mes, la alegría por entrenar al Levante se trasformó en desesperación al comprobar que iba a debutar en segunda -daba el salto desde el Benidorm-, en un partido contra el Zaragoza, sin tener prácticamente jugadores. "Pensé tirar la toalla. Pedro (su segundo) y yo lo pasamos muy mal. Faltaban diez días para empezar a entrenar y no había ni jugadores", recuerda con amargura. Momento complicado que se reeditó cuando "los de Tomelloso" compraron el Levante. "Fue un momento duro y tenso, porque nos dejaron descolocados y, por momentos, no sabíamos ni dónde estábamos. Ahora lo piensas y es algo que queda como muy lejano, pero en ese momento fue terrible", confiesa.

Y es que, con 37 años, el entrenador asegura que no estaba preparado para lidiar con tantos problemas. "Cuando vine aquí arriesgué mucho. Para desligarme del Benidorm, tuve que pagarles mucho dinero y si no me llega a salir bien, hubiera perdido mucho. Venir aquí, económicamente para mí, era un ruina pero me pudo el hambre y las ganas de mejorar. A lo mejor si me pilla con 50 años no lo hubiera hecho, pero me lancé y arriesgué", apunta. Y le salió bien.

García Plaza ha logrado lo impensable. Es el técnico que ha devuelto al Levante a primera en el año del centenario. "Es algo idílico, sobre todo si lo piensas a principio de temporada. En una efemérides así, cualquier club se lanza al vacio y hace un equipo para ascender. Pero nuestra realidad era otra, nos regíamos por un plan de austeridad y teníamos que convivir con esas limitaciones. Nadie nos puso la presión de ascender porque hubiera sido injusto", sostiene. "Gastarse mucho dinero ayuda, pero no es la clave para lograr los triunfos. Si no que se lo pregunten al Hércules que, año tras año, se gasta una millonada para intentar ascender y en segunda continua", ilustra el madrileño, ex jugador del Atlético de Madrid, casado y padre de dos niños.

El traspiés de Irún

Si en Soria el técnico empezó a vislumbrar el ascenso, en Irún, el miedo se apoderó de él. "Jugamos fatal y, esa derrota, nos pudo hacer mucho daño. Quiero pensar que no nos pudo la presión. Teníamos el objetivo en la palma de la mano y sólo había que cerrarla. Fue un duro golpe. Regresar a Valencia, y en autobús, se hizo muy largo", narra. Y ahí emergió el psicólogo que todo entrenador lleva dentro. Cuentan los jugadores que, Luis -como le llaman sus pupilos- es un técnico muy metódico, moderno y "motivador". "Un grupo debe tener el mismo objetivo y todos debemos dar el máximo por todos. Creo que lo hemos conseguido y ahí radica la fuerza del bloque. El equipo siempre ha demostrado fe, trabajo, honestidad e ir al máximo", incide. "¡Claro que me gusta que los futbolistas hablen bien de mí! Intento ser honesto con ellos y nunca les miento", afirma tras desvelar que tutea a los jugadores y que sería "absurdo" no reconocer que los elogios le llueven porque "los resultados han sido positivos".

Embriagado por el éxito del ascenso, Luis García Plaza frena, se abstrae y ya piensa cómo podrá su equipo competir contra el Barça y el Real Madrid. "Ese día será una fiesta". La misma que ahora vive el levantinismo.