Hasta que no se demuestre lo contrario, el Milan de Arrigo Sacchi sigue siendo el equipo mas evolucionado tácticamente de la historia. Ningún otro ha superado a aquella máquina que, a finales de los 90, deglutía rivales con un poderío avasallador y, a la vez, fabricaba fútbol de alta escuela. En tres palabras, como no diría Joselín: una escuadra impresionante. Sin embargo, tras cuatro años de hegemonía indiscutible, los adversarios le tomaron las medidas y comenzaron a contrarrestarle. De manera que, por un lado la edad de sus grandísimos jugadores, y por otro los planteamientos de los entrenadores enemigos, acabaron con su hegemonía en un periodo de tiempo relativamente corto. A esa demolición del imperio milanista contribuyó, en gran medida, la televisión. Los campos de fútbol fueron invadidos por las cámaras y la intimidad táctica de los equipos quedó al descubierto.

Hoy, los técnicos estudian al detalle los movimientos del adversario, radiografían su estructura, lo diseccionan en canal, poseen una ecografía de su dibujo, e incluso someten sus variantes estratégicas a una resonancia magnética. Ya no hay secretos para nadie. La televisión los ha dejado a todos al descubierto. El sistema amisco es una especie de laboratorio que ofrece un análisis completo y destripa las entrañas de cualquier conjunto. De manera que el más modesto, sabe posicionarse ante el más poderoso.

Lo demostró Corea del Norte, un país casi infranqueable, blindado por su régimen, dirigido por un seleccionador nativo que ha mimetizado el fútbol occidental. Le hizo sudar la gota gorda a la mismísima canarinha. Ante la exhibición defensiva de los coreanos y su perfecto sistema de contención, los pentacampeones mundiales sólo quebraron a su adversario tras una elección errada del portero oriental, en una salida muy complicada de cubrir.

Lo mismo hizo Suiza. El experto y sagaz Ottmar Hitzfeld se habrá pasado meses preparando con todo detalle su debut mundialista ante uno de los equipos favoritos del torneo. Era su gran oportunidad. Y contrarrestó a la perfección el juego español. A Del Bosque, como al resto de sus colegas teóricamente dominantes, no les queda otra que inventar alternativas. Los otros también juegan. Y se saben la lección de memoria.