Los técnicos en la ciencia futbolística han descubierto que Sara Carbonero es la causante de la derrota de España ante Suiza -cuantas más veces escribo este resultado, más increíble me parece-. Hay que tamizar esa incriminación apresurada, desde la fría imparcialidad a que obliga la profesión periodística. La locutora televisiva y compañera de reportajes de Iker Casillas no es la única culpable de un desenlace que requirió sin duda de la conjura de fuerzas diabólicas.

Carbonero ha pasado en una semana de primera dama de la selección a magdalena cuya proximidad trastorna al mejor equipo de la historia, hoy pandilla de oficinistas. El crístico Casillas deberá reivindicar públicamente a su princesa. Por ejemplo, dedicándole la parada de un penalty o una heroicidad de calibre semejante, en el choque ante la gran potencia hondureña.

Hasta ahora se habían localizado culpables más hombrunos de los desastres metódicos de la selección española, del estilo de Javier Clemente o Camacho. Sin embargo, la magnitud del descalabro ante Suiza requería el concurso de una Juana de Arco. Por lo menos hemos mejorado estéticamente, y la discusión se centra ahora en averiguar la distancia exacta que debe mediar entre Casillas y su dama, para anular el campo magnético creado por los ojos de Carbonero. Otra solución más barata sería alinear directamente a Víctor Valdés.

La mayoría de españoles que conozco se verían notablemente perturbados, si desempeñaran su función laboral junto a Sara Carbonero. No es mi caso, escribo este artículo junto a una foto de la locutora que me mira con fijeza, y pueden comprobar que no me tiembla el pulso. Al exigir una orden de alejamiento entre la periodista y su portero, nos mueven el bien general y la continuidad del Estado, porque Letizia Ortiz debe arder en celos al verse postergada por otra asistente al España-Suiza. Por cierto, nadie culparía a la proximidad de la princesa de Asturias de los hipotéticos errores de su esposo.

Seamos comprensivos, las novias de los deportistas han de proteger su inversión. Recuerden qué les ocurrió por descuidarse a las señoras de Tiger Woods, John Terry, Magic Johnson, Michael Jordan o Kobe Bryant. La alta competición exige dedicación absoluta, a pie de pista.