Según el filósofo Arthur Schopenhauer, el tamaño excesivo de la barriga no forma parte precisamente de los signos del genio, y esto condujo al ceñudo Arthur a dudar del genio de Sócrates porque, según algunos testimonios antiguos, el filósofo ateniense del "sólo sé que no sé nada" era dueño de una importante barriga. ¿El genio de Sócrates queda limitado por el tamaño de su barriga? Vaya tontería. Siguiendo con las tonterías, ahora resulta que la enorme barriga de la selección española conseguida a base de posesión de la pelota y disparos a puerta sin premio debe conducirnos a dudar del genio de este equipo del que hace nada todos hablaban maravillas. El barrigón de España, alimentado por toques, toques y toques, jugadas de peligro de todos los colores, montones de disparos a puerta y un dominio brutal de los partidos, no bastó para ganar a la delgada Suiza y sólo alcanzó para derrotar 2-0 a la escuálida Honduras. Conclusión: España debe ponerse a dieta y perder unos cuantos kilos. Menos posesión de balón y más eficacia. Menos toques y más goles. Menos samba y más trabajar.

Si lo he entendido bien, hemos pasado de ver a la selección española como la gran candidata a ganar el Mundial de Sudáfrica a considerar que la derrota ante Suiza prácticamente nos obligaba a hacer las maletas y a dudar del genio del equipo de Del Bosque porque su enorme barriga (la del equipo, no la del seleccionador) le impidió golear a Honduras. Así, todo seguido. Vaya lío. ¿Seguro que una barriga de menor tamaño nos llevará a la victoria ante Chile y, luego, hasta el infinito y más allá? ¿Ahora resulta que hay que dejarse de tonterías, tener menos la pelota, olvidar eso que llaman "estilo Barça" y limitarse a marcar goles surgidos de la nada? ¿Ahora resulta que envidiamos a Portugal porque metió no sé cuántos goles a Corea del Norte? ¿Ahora resulta que la posesión de balón nos engorda tanto que luego no nos quedan fuerzas para meterlo en la portería contraria? Aunque todo eso fuera cierto, es demasiado tarde para cambiar. Nada hay que estorbe tanto el restablecimiento de la salud como el cambio frecuente de remedios, dijo Séneca con su habitual y serena lucidez. No medra la planta que muda con frecuencia. Si la selección española quiere recuperar la buena salud que le llevó a ganar la Eurocopa no debe cambiar de remedio, de estilo, de personalidad, de plan, de forma de ser, de manera de intentar ganar. No medra la selección que muda con frecuencia.

Del mismo modo que un león no es una mandíbula montada sobre cuatro patas, la selección española de fútbol no es una delantera voraz montada sobre unas patas talentosas, es decir, España es algo más que un delantero voraz como Villa sostenido por dos Xavis, un Busquets y medio (por culpa de las lesiones) Iniesta. Pero España tampoco es una mandíbula descomunal que se pasa noventa minutos masticando las jugadas para atender las necesidades de una enorme barriga siempre tan hambrienta de balón como desganada para el gol. La barriga de España es parte de su talento, así como la barriga de Sócrates es parte de su entrañable perfil. Ni Sócrates ni la selección española necesitan ponerse a dieta, y tampoco tienen por qué meter la barriga para que no se enteren los cotillas de la antigüedad y los impacientes de hoy. Es más, la barriga futbolística de España no es el problema, sino la solución. Al tiempo.

Brasil, Uruguay y hasta la muy envidiada Portugal, por ejemplo, son selecciones con menos barriga que España. ¿Son mejores selecciones? ¿Son más fotogénicas? ¿Más sabias? No, no y no. Puede que Sócrates sólo haya sido un filósofo barrigón y parlanchín, pero toda la filosofía occidental es una nota a pie de página de Platón, su discípulo más brillante. ¿Y si este Mundial termina siendo una nota a pie de página de la barriga de la selección?