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Los torneos de golf son caprichosos. Y si hoy estás abajo, mañana puedes recuperar la inspiración y el toque y empezar a subir. Más aún cuando el torneo es "blandito", con posibilidades de sumar "birdies" con cierta facilidad. Y ese es el argumento al que hay que agarrarse. Pero, ayer, Sergio García acabó la primera jornada con los peores números imaginables. Sexto por la cola entre 155 participantes. Con una tarjeta peor que la presentada por jugadores que están en el puesto 1.353 de las listas mundiales. Porque, a todo esto, el BMW Open es un torneo del circuito europeo. No es, por supuesto, uno de los "Grandes" ni forma parte de la exigente PGA americana. Participan en él sólo dos "Top Ten" mundiales: Ernie Els y Paul Casey.

Ayer, a los cuatro "birdies" se autocontestó el de Borriol con cinco "bogeys" y dos "doble", acabando con +5, mientras que los líderes hicieron 13 golpes menos.

Hizo números de jugador retirado. Un golpe más que Nick Faldo, que juega para divertirse.

Se pensaba que el Niño había tocado fondo en el Masters de Madrid, cuando, por primera vez en mucho tiempo, no superó el corte en un torneo europeo. Pero el pasado fin de semana, aún con irregularidad, acabó en un aceptable puesto 22 en el Abierto de Estados Unidos, lo que le permitió recuperar la condición de mejor jugador español, una supremacía que le había arrebatado Álvaro Quirós después de diez años.

Una lesión en la mano, la ruptura con su varios años novia, la irregularidad que suelen sufrir los golfistas... todo se había conjuntado para deshacer a un jugador que, en 2008, estuvo a punto de aprovechar la lesión en la rodilla de Tiger Woods para encaramarse al primer puesto mundial.

En los últimos años, de Sergio se decía que "sólo le falta conquistar un Gran Slam". Ahora, bastante será con salir del pozo muniqués.