La excelencia de la cifras que el Consell dio a conocer respecto a la ocupación hotelera de cuatro y cinco estrellas en los días en los que ha transcurrido el Mundial, se difumina con las impresiones que, a pie de calle, dan los propietarios de bares y pequeños comercios. El cambio de fechas, de agosto a junio, y sobre todo la crisis económica, han mitigado el impacto económico de un gran evento como la Fórmula 1.

Dos horas antes del arranque de la carrera, los aledaños del circuito urbano se habían convertido en un hervidero de gente, en su mayoría una masa roja ferrarista a la que cada aficionado contribuía a su manera. Había quien se uniformaba impecablemente, de pies a cabeza, con productos oficiales del Cavallino Rampante, y quien aprovechaba camisetas de la selección española o cualquier prenda roja para dar colorido en favor de Fernando Alonso. Muchos de ellos estaban apostados en las terrazas y, a pesar de que los beneficios son los más altos de todo el año, los números no son los esperados. La opinión mayoritaria entre los comerciantes es que en agosto se recaudaba más. Hacia las 13 horas aproximadamente, los aficionados, sin prisa pero sin pausa, comenzaron a desfilar por los tornos de entrada para ocupar su butaca dentro del circuito.

En algunos bares, como el Bar Plácido, en la calle Juan Verdeguer, el continuo trajín de camareros y cocineros escondía otra realidad, como reconocía una de sus encargadas: «El ritmo es bueno, pero era mejor en agosto. Además, con el tema de la crisis económica, son muchos los aficionados que vienen con el bocadillo y sólo piden los refrescos», se lamentaba. El mismo diagnóstico realizaban, mientras despachaba a los visitantes, en el Bar Pitti: «Ha venido menos gente que en otros años, y la tendencia es que cada vez la gente se lleve prácticamente toda la comida y la bebida de casa».

La opinión no era unánime en todos los comercios. En «La cuina de Lola», uno de los camareros confesaba que en agosto los beneficios eran más altos, pero que sí se agradece la llegada de turistas extranjeros: «Los alemanes son los que más consumen, y además son muy pacíficos. Pueden estar comiendo y bebiendo tranquilamente toda la tarde. Además, dejan excelentes propinas, entre 20 y 30 euros». Entre los bocadillos más socorridos, tanto por los visitantes locales como por los foráneos, ganaba por mayoría aplastante, la tortilla de patatas. Todo un reclamo universal.

«El resto del año no hay faena»

En los tres días en los que se concentra el Gran Premio de Europa, los ingresos se disparan y ayudan a maquillar una cuentas que a lo largo del año no son tan halagüeñas. Ésa era la reflexión que hacían desde el Bar Rocafull: «Estos tres días de las carreras están muy bien, pero han cambiado de tal manera el puerto que el resto del año no hay la misma faena que sí existía en otras épocas».

Para otros comercios, la diferencia entre junio y agosto no es tan significativa. La temperatura es similar, es fin de semana y Valencia respira un aire vacacional y festivo que anima a los turistas a acudir al Puerto, ya sea para asistir a la carrera como para disfrutar de un domingo soleado. Ésa era la opinión en el Bar Richmond´s, donde consideran que el impacto económico «es igual de positivo, tanto en agosto como ahora en junio».

«Es un deporte elitista»

En la avenida J.J. Dómine se encuentra el Bar Aloha, en la que su propietario manejaba otra teoría, radicalmente diferentes a las demás. En la Fórmula 1 no hay crisis: «El que viene a las carreras no regatea a la hora de comer, beber o comprar recuerdos de los equipos y los pilotos. El que viene a la Fórmula 1 no está en crisis. Si puede pagar 400 euros por una entrada, no va a ahorrar en la comida. Es un deporte que tiene una naturaleza muy elitista».