Una hora y media antes del partido, Mestalla está en silencio. No es sólo que esté vacío y que a esas horas sean los aledaños del estadio de la Avenida de Suecia los que bullan de actividad, sino que el silencio es lo que más llama la atención. Las luces mortecinas reinan sobre un campo desde el que llega cualquier comentario de los operarios o de los equipos, que inspeccionan el césped antes de salir a calentar. El Valencia llegó muy pronto y el Athletic, muy tarde, como empieza a ser habitual en Mestalla. Y el estadio en sí se llenó muy tarde, en esos cinco minutos mágicos que convierte una entrada irrisoria en cerca de tres cuartos.

Así son los viejos estadios, con esa magia que dan los años. Ni siquiera en silencio pierde Mestalla carisma. De hecho, sin 50.000 gargantas desgañitándose por su equipo el campo se vuelve reverencial, como un museo semivacío. Todo desaparece, claro está, cuando aproximadamente una hora antes del comienzo del partido las gradas ya presentan un aspecto medianamente presentable. Ahí ya no hay silencio que valga, ni reverencia, ni museo. Aplausos para César cuando sale a calentar, primeros pitos cuando lo hace el Athletic y ovación cerrada cuando son el resto de integrantes del once valencianista los que salen a hacer ejercicios de calentamiento. De ahí en adelante, como las bandas sonoras de las películas épicas, todo va «in crescendo», para convertirse en toda una apoteosis cuando comienza el partido. Ayer, por cierto, fueron dos jugadoras del Valencia CF Femenino de Superliga, Ivana Andrés y Gemma Gili, bronce en el Mundial sub 17 disputado en Trinidad y Tobago, las que hicieron el saque de horno.

Ayer, por ejemplo, fue particularmente curioso ver cómo Unai Emery apremiaba a Aduriz, en banda tras una pequeña hemorragia, porque el Valencia iba a servir de córner —que por cierto acabó en nada—. Las piezas que movió Emery —Vicente por Mata, el Chori por Soldado y Feghouli por Pablo— buscaban reavivar el partido, pero Mestalla no las comprendió, sobre todo la del mediapunta argentino, que se llevó un par de broncas.

Mestalla se relaja en los descansos, con la gente de pie, la banda de nuevo haciendo su particular vuelta al ruedo y los jugadores en vestuarios. Pero apenas es un duermevela. Cuando los equipos vuelven al césped, se acabó el sueño y aparece el enfado, el rumor, porque el Valencia no salió en el descanso como había jugado toda la primera parte.

El Matador de vela, en el campo

En el palco, Llorente mantuvo la compostura. El ciclista Óscar Pereiro, que estaba ayer en Mestalla, vivió el partido con la imparcialidad de a quien no le va nada en el mismo. Como curiosidad, ayer inauguraron un nuevo palco de Unibet. Entre los invitados estaban los campeones del mundo de Med Cup de Vela, el equipo Matador argentino. Todos eran argentinos, mitad de River y mitad de Boca, y vivieron su primer partido en Mestalla.