Según las cuentas de la temporada pasada, el Valencia CF ha rebajado su deuda en 150 millones en los 15 meses que lleva Manuel Llorente al frente de la institución. Parece extraordinario y difícil de creer porque los márgenes entre ingresos y gastos no parecían tan grandes como para lograr tamaña hazaña, pero como el aumento de la deuda en los pocos años que Juan Soler estuvo al frente del club también puede ser calificado de extraordinario, podemos albergar la confianza y tener la esperanza de que es cierto lo que apuntan. De hecho solo en la última temporada de Soler (2008/09), indican desde el club, se perdieron 69 millones de euros.

Ha sido aplicar el sentido común a la gestión para que la rentabilidad resulte excelente. No es tan difícil. Basta, quizás, con no destituir entrenadores a las 3 de la madrugada, ni fichar otros con cláusulas abusivas, o no contratar equipos directivos enteros para echarlos poco después, o poner la gestión del club en manos de personajes que firman con patrocinadores que no pagan porque están en bancarrota. Y aquello de Juan Villalonga, que quieren que les diga. No sé si al final lo pagó el club o Soler, pero vaya fichaje y gasto inútil. Eso, y empezar a construir un estadio nuevo con 75.000 localidades, sin tener ni siquiera un mínimo acuerdo de compra del viejo Mestalla. A partir de esos grandes castillos en el aire se formó la gran ola de la deuda.

Lo más extravagante de todo es, probablemente, el pago al PSV Eindhoven de un millón de euros a Ronald Koeman —el entrenador más nefasto que anduvo por estas tierras— porque, tres años después de irse él, el equipo se ha clasificado para la Champions. Es tan injusto y está tan fuera de toda lógica, que estoy de acuerdo con David Albelda cuando propone: «Yo no lo pagaría y ya veríamos qué pasaba». A ver qué ocurre en un juicio. Si hubiera estado más tiempo en el club, si hubiera hecho alguna labor con la cantera, podría entenderse, pero por unos meses en los que casi baja al Valencia a Segunda, lo que debió hacer es perdonar la mitad del sueldo. Lo que pasa es que si el Valencia no quiere tener problemas con la UEFA, no tendrá más remedio que pagar. Pero en Holanda se deben estar riendo a carcajadas de nosotros por culpa de Soler. Vamos, tan insólito como lo de Villalonga.

Por todos estos motivos, podemos creernos esa rebaja de 150 millones. Imperando el sentido común y la buena gestión, todo es posible. Hasta que el Valencia sea capaz de plantarle cara al Real Madrid y al Barça, aun habiendo vendido a sus figuras, algo tan necesario como el respirar, para salir del agujero. No nos cansaremos de decir que el fútbol es un deporte colectivo, y que conjuntar un grupo humano que cambia todos los años, incluyendo al entrenador, como le pasa al club de Florentino Pérez, no es tarea fácil, ni aunque tengas al frente el mejor técnico del mundo mundial. Y el sentido común continúa cuando Llorente afirma que las obras del nuevo Mestalla no continuarán hasta que no vendan el viejo campo. En principio parece una sabia decisión. Y lo es desde el punto de vista financiero, salvo por el problema del posible deterioro de las obras si siguen mucho tiempo paradas y por el descrédito que supone para la ciudad tener el enorme recinto a medio construir en una gran avenida urbana a la vista de todos. Esperemos que la cosa se resuelva pronto.

Con todo, Llorente no debe sacar los pies del tiesto cuando le insinúan compartir el nuevo campo con el Levante UD. «Allí tenemos invertidos 150 millones. Si alguien quiere compartirlo, que pague 75» argumenta el presidente valencianista. Lo malo, para él, es que el Levante tampoco quiere ir allí y no se va a gastar 75 millones en un campo que le proporciona el triple de capacidad de la que necesita. Además con la mitad de esos 75 millones construirán el suyo propio. Ahora la suerte ya está echada. El Valencia ha empezado la construcción de un nuevo estadio, de gran capacidad, excesiva para el Levante y, éste, a su vez construirá otro a su medida. Es tarde y no hay vuelta atrás, pero en su momento se pudo plantear un estadio común, que hubiera sido muy interesante. Por eso está muy bien que el Plan Estratégico del Deporte que está elaborando el Ayuntamiento lo contemple, sobre todo a la vista de la parálisis de las obras y las dificultades económicas de ambos clubes. Un poco de utopía nunca viene mal, máxime cuando hubiéramos sentado cátedra en España. Más aún, Llorente recordará, pues se firmó siendo Jaime Ortí presidente, el primer convenio con el Ayuntamiento, donde se creaba una sociedad mixta entre las tres partes. Una solución que hubiera evitado muchos problemas como los actuales y que Soler anuló. Quería ser el propietario único y así le fue.