El Valencia ha recuperado la cabeza. Pero no en sentido figurativo, sino literal. Después de seis jornadas de Liga, el equipo de Unai Emery ha marcado más de la mitad de sus goles -seis de once- con la testa, un porcentaje que poco tiene que ver con sus costumbres históricas para encontrar la portería rival. Habitualmente, el Valencia ha tendido más a producir sus goles con los pies, fruto de un estilo dinámico marcado, casi siempre, por darle velocidad a la pelota a ras del césped. Así que la figura del cabeceador, del rematador puro, no se ha prodigado mucho en Mestalla.

Eso sí, cuando la vía del juego aéreo ha funcionado con la presencia, casual, de buenos cabeceadores, ha sido un recurso complementario muy bien aprovechado. Es lo que le está ocurriendo, ahora, con la llegada de Aritz Aduriz, que como todo atacante vasco, tiene una especial habilidad para desafiar a la gravedad. De los seis goles marcados de cabeza por el Valencia, cuatro han sido obra de Aduriz, un logro que le la valido la llamada de la selección española. Maduro, en la segunda jornada ante el Racing, y Topal, en la victoria en El Molinón, redondean las excelentes cifras de esta temporada en lo que a goles con el cráneo se refiere. Una aptitud que no ha roto, sin embargo, con la sempiterna idea de juego del equipo.

Aduriz ha recogido el testigo de otros delanteros que demostraron una gran destreza en el remate aéreo, todos muy repartidos en los más de 90 años de historia del club, y que contribuyeron a sumar éxitos. Se trata de un limitado grupo de futbolistas, del que es difícil destacar a uno. Otros muchos atacantes agraciados con el don de utilizar la cabeza en el remate pasaron sin dejar huella.

Las crónicas más antiguas recuerdan a Montes (Arturo Montesinos), el primer gran goleador del Valencia, en los años 30, como un atacante completo con "gran pericia" para sobreponerse a los defensas "tanto con el pie como con la cabeza". Luego llegó Mundo, considerado entre los más veteranos como el mejor delantero de la historia del club. El estilete de la delantera eléctrica -junto a Epi, Amadeo, Asensi y Gorostiza- contribuyó a los primeros títulos de Liga del club, en la década de los 40, con un repertorio infinito de remates a la portería. El vizcaíno, Mundo, máximo goleador de la historia del Valencia y quinto de la Liga, también fue un excelente cabeceador, con varias docenas de goles por esta vía durante su larga trayectoria en Mestalla.

Pasada la época dorada de los 40 y los 50, Mestalla no volvió a disfrutar de un eficiente cabeceador hasta la llegada de Waldo y, poco más tarde, de Ansola, dos de los mejores artilleros aéreos del Valencia. Del brasileño no se olvidará su estilo en el salto y su extraordinaria forma de marcar, con el cuello, los dos tiempos. El Valencia disfrutó diez años de la magia del brasileño, que aunaba un cambio de ritmo endiablado para burlar a los defensas y una excelente técnica en el remate. Junto a el jugó Vicente Navarro, un atacante del filial que se ganó el puesto en el primer equipo. El cullerense había sido "pichichi" de Segunda División con el Mestalla y ayudó en la temporada siguiente al primer equipo con su certero golpeo de cabeza.

En la campaña 67-68 llegó el vasco Fernando Ansola, otro de los más grandes arietes que han pasado por el Valencia. "Cuando Ansola choca contra un poste, en lugar de los camilleros salen corriendo los carpinteros", dijo de él Finezas, el fotógrafo que inmortalizó al Valencia de la época. Para algunos, es el mejor cabeceador del club de todos los tiempos. Con Ansola y Waldo, el equipo ganó la Copa del 67 y la Liga 70-71.

El Valencia recobró a un "9" con la testa afinada con la figura del Lobo Diarte, el fichaje más caro de la historia del club (60 millones de las antiguas pesetas). Especialista en el remate, el paraguayo dejó en la memoria espectaculares goles con la cabeza. El Lobo tuvo el lujo de ser respaldado en el juego por Mario Kempes, el mejor futbolista que ha lucido el escudo del murciélago. Para ver otro atacante eficiente en el testarazo hubo que esperar a Wilmar Cabrera, pero este tuvo la mala fortuna de vivir el caos económico del club en la década de los años 80. El Toro fue el máximo goleador del equipo durante dos temporadas (84-85) e impresionó por sus espectacular técnica en el golpeo de cabeza. Se fue cuando el equipo descendió a Segunda.