Desde que el hombre empezó a competir siempre ha existido el deseo por vencer y no pocas veces se ha recurrido a métodos ilegales para conseguirlo. Ya en las páginas de El Mercantil Valenciano se denunció y condenó su uso en los años 30 del pasado siglo.

El fantasma del doping de nuevo ha aparecido con fuerza en estas últimas semanas con los casos de Marga Fullana, cinco veces campeona del mundo de mountain bike y medallista en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, quien admitió que recurrió a sustancias ilegales durante la disputa del último Mundial celebrado en el mes de septiembre en Canadá; de Ezequiel Mosquera, corredor del Xacobeo Galicia, segundo clasificado en la última Vuelta, y de su compañero de equipo David García. Y, como no, el más sonado de todos por la trascendencia de su protagonista: Alberto Contador vencedor de cinco grandes vueltas: Tour de Francia (2007, 2009 y 2010), Vuelta a España (2008) y Giro de Italia (2008).

El uso de diferentes sustancias o ayudas para la mejora del rendimiento no es ninguna novedad. Podemos afirmar que el fenómeno del doping ha estado presente en el deporte desde los antiguos Juegos disputados en Olimpia, cuando algunos competidores ingerían grandes cantidades de carne de vaca, creyendo que esto les daría más fuerza y por tanto ventaja frente a sus rivales, otros se inclinaban por los brebajes a base de hongos o las dietas especiales incluyendo los testículos de perros. Todo valía para ganar. Porque, al igual que sucede en la actualidad, en aquellos primeros Juegos los vencedores también se aseguraban fama y privilegios.

Ya en los tiempos modernos, ha existido una clara correlación entre el descubrimiento de nuevas drogas y su utilización en el ámbito deportivo. Así, durante el siglo XIX, la morfina fue frecuentemente utilizada en los deportes aeróbicos. En 1896, Arthur Lindon, ciclista galés, tuvo el desdichado honor de ser el primer deportista fallecido por los efectos de una droga. En los Juegos Olímpicos de Saint Louis 1904, Thomas Hicks ganó la maratón gracias a una combinación de estricnina y brandy que casi resulto fatal. En los Juegos de 1932, celebrados en Los Ángeles, la excelente actuación de los nadadores nipones levantó sospechas sobre el uso de ayudas dopantes. En los Juegos de Berlín en 1936, hicieron aparición las anfetaminas en el deporte.

Precisamente, pocos meses después de la celebración de los juegos berlineses encontramos en las páginas de El Mercantil Valenciano la primera referencia al termino doping en la prensa valenciana. Será José Catalina Llorens, más conocido como Pepe Lacomba, uno de los grandes periodistas deportivos de la Valencia de los años 30 y sin ninguna duda alguna el más preparado para hablar en primera persona de los entresijos del deporte dada su condición de gran atleta, varias veces campeón de España en diferentes modalidades atléticas, quién escribía: «Recuerdo perfectamente que en la Olimpíada de Los Ángeles (1932) se comentó muy desfavorablemente para los nipones el que momentos antes de las pruebas tomaban un doping especial que les hacía de momento más veloces». (El Mercantil Valenciano, 13 de agosto de 1936).

Aparte del trabajo propio de periodista, Lacomba, aprovechaba sus artículos en El Mercantil Valenciano para hacer pedagogía y proselitismo del deporte y del atletismo en particular. Muestra de su afán por enseñar todo lo que rodeaba al mundo del deporte, tanto en el aspecto positivo como en el negativo, fue el uso del término doping. La aparición de esta palabra causó una cierta conmoción entre los deportistas valencianos al desconocer su significado, aunque no sus efectos. Así, un mes y medio después, Lacomba dentro de la sección «Orientaciones deportivas» del mismo diario escribía: «¡Deportista! Debes rechazar el doping si deseas tu salud y ser reconocido como deportista integral. [...] A algunos deportistas, al parecer les extrañó un tanto aquella palabra [...] ¿Que es el doping?, preguntaran otros muchos? [...] El doping es una clase de droga medicamentosa de que se hacen valer algunos deportistas, especialmente los faltos de forma, por cualquier motivo, para llevar a cabo una performance o un super esfuerzo [...] Esa droga estimulante de que se sirven algunos practicantes del deporte, los menos, afortunadamente, no puede ni debe ser aceptada por los que creen ser sportmen completos, deportistas conscientes».

El artículo, continuaba haciendo una descripción de como se suministraba y de quienes eran sus usuarios: «Puede ser suministrado, bien por medio de inyecciones, bebidas alcohólicas, etc [...] Se precisa ser un perfecto entendido y calculador magnífico para saber a ciencia cierta el valor de las drogas y el tiempo exacto que dura su eficacia y el momento culminante de encontrarse en el máximo vigor físico. [...] Esta pequeña exposición es sólo para dar idea en términos generales de lo que significa doparse. Ese tónico o sustancia que sirve para, momentáneamente, encontrar una sensación de mayor facilidad de nuestro esfuerzo, aunque parezca algo extraño, ha estado muy en boga en España y aun especialmente en Valencia; recuerdo perfectamente que en mayor escala los ciclistas la ponían en práctica hace algunos años, cuando existían los velódromos Hispano y Vallejo. [...] Hoy día son pocos los ciclistas que hacen uso de ello, y sólo los ciclistas, boxeadores, y, si no ando mal informado, algunos atletas castellanos se dopan. [...] Es un delito y un contrasentido del verdadero y puro deportista». (El Mercantil Valenciano, 30 de octubre de 1936).

Como vemos, la lacra del doping no es ninguna novedad en el ámbito deportivo. Las ansías por vencer por encima de todo hacen que muchos se aparten de los buenos usos y prácticas. Esperemos, por el bien del deporte y de sus buenos practicantes, que las autoridades competentes no cesen en su empeño por desenmascarar a todos aquellos que manchan el buen nombre del deporte.