?"Son pocos los que se ordenan Con reflexión a si mismos y a sus asuntos; los demás, según sucede con las cosas que flotan en los ríos, no andan, son llevados"

(Séneca "Cartas a Lucilio")

El pasado viernes nos dejó Arturo Tuzón. Me enteré cuando iniciaba un viaje que me iba a tener fuera de Valencia por unos días. Al sentimiento de congoja por la marcha de una persona muy querida, se unía, en ese momento, la gratitud a la vida por haber tenido ocasión de conocerlo. No son muchos los Arturos que andan por ahí. Era, por encima de todo, un caballero. Cumplía hasta el extremo con la palabra dada. Era leal con la institución a la que servía y de la que nunca se sirvió. Austero. Recto. Insobornable. Ajeno a las inanes vanidades y movido sólo por la idea del servicio a los demás, hizo de esa entrega al otro y renuncia a lo propio bandera de su paso por la vida. Iba de frente y no sabía de conveniencias.

Nunca se sirvió de añagazas para conseguir sus objetivos. La murmuración no estaba en su agenda. Hombre de silencios, cobijaba en ellos la discrepancia, sólo manifestada, abierta y crudamente, cuando aquél con quien discrepaba estaba presente y era testigo directo de su malestar y de su crítica. Se le podía dar la espalda.

El fútbol era su gran pasión. El Valencia C. de F. su vida. El Valencia SAD fue su doloroso e inmerecido ocaso. Cuando el Club se vio obligado a convertirse en Sociedad Anónima, al anunciarle mi marcha, le expliqué las razones por las que yo me iba y aquéllas por las que, en mi opinión, también él debería pasar página. Su sentido del deber le obligó a permanecer en un mundo que no era el suyo. Como, lamentablemente, los hechos no tardaron en confirmar. No voy, por ahora, a rememorar ese mundo. No es momento de hablar de ingratitudes, de olvidos, de silencios, de afanes de medro.

Sería injusto -y de injusticias ahíta estuvo la vida de Arturo- limitar su transitar por esta vida a lo que significó en el mundo del fútbol. Su mundo iba mucho más allá. Ahí están, como testimonios elocuentes, sus desvelos por los niños afectados por el síndrome de Down ; su labor como Presidente de la Hermandad de Labradores y Ganaderos de la Vall d´Uixó, su pueblo; la recreación del entrañable Trinquet de Pelayo; su permanente disponibilidad para atender a quien , fuera la hora que fuera, llamara a su puerta. Nada que ver con el afán de lucro, ni con la búsqueda del dividendo.

Era, por encima de todo, un valenciano señero. Y, como tal, fueron muchas las puertas que se le cerraron cuando demandaba algo que a Valencia convenía. A comenzar por las que hubieran podido evitar que el Valencia CF se convirtiera en Sociedad Anónima -nombres y apellidos tiene esa triste historia -. Sólo unos pocos saben lo que hizo por conseguir que el Club siguiera siendo un Club y no se convirtiera en Sociedad mercantil.

Por lo demás, nada nuevo entre nosotros. Una vez más una sociedad endogámica, autosatisfecha y complaciente consigo misma, relegaba a un segundo plano a un auténtico patricio. El olvido es moneda común por estos pagos y como tal está acuñada entre nosotros desde tiempo inmemorial. Hombre culto y buen conocedor de nuestra historia contaba con eso y nunca una palabra hiriente salió de sus labios para criticar tamaña desafección. Pudo haber jugado un papel importante en el día a día de esto que hemos dado en llamar sociedad civil. Pero lo confinaron en la reserva. Así nos va. Ignoran que es baldío empeño ignorar a quien fue generoso en su entrega a los demás. Su recuerdo, ya muy vivo, se agrandará con el paso del tiempo. Somos legión quienes con él aprendimos el gozo que procura la austeridad, cuán poco exige la naturaleza y cuán insaciable es la opinión de los demás.

Valió la pena conocerte, Arturo.

Catedrático de derecho financiero y tributario