Se prodiga poco, pero cuando habla, lo hace con la misma claridad y limpieza que la recta del Micalet. Ayer, en estas páginas, Martín Queralt volvió a alzar su voz. Su pieza era de una lucidez deslumbrante, no sólo por la atinada y ferviente semblanza que trazaba de Arturo Tuzón, que también, sino por la radiografía que hacía de la sociedad valenciana.

En efecto: una buena parte de ese tejido -¿trapo, más bien?- social al que tanto le gusta alardear de habano en la tribuna de Mestalla, ha pecado de cobarde en muchas ocasiones con el Valencia CF y le ha dado la espalda a gentes que, como Tuzón, tuvieron la valentía de dar un paso adelante, cuando la presidencia del VCF no se cotizaba a 330.000 euros anuales.

Hace varios años, a un pagado y autosatisfecho representante "de eso que hemos dado en llamar sociedad civil" (MQ), le oí afirmar que "no sabemos bien los valencianos, sobre todo los empresarios, cuánto le debemos al Valencia CF". Presumía Federico Félix, tal era el personaje, de la promoción y publicidad que el equipo hacía por toda Europa del nombre que ostenta.

Tiempo después, el club vivía una de sus cíclicas crisis y andaba necesitado de alguien que tomara las riendas de la entidad. Preguntado el referido Félix si estaba dispuesto a asumir el reto, vino a responder que había dos cosas que no haría en su vida. Una era presidir el VCF. La otra, no la cuento aquí, por malsonante. En ese momento, las campañas de imagen prestadas gratuitamente por el VCF, no parecían contar. Lástima que Félix no haya dedicado al VCF el mismo empeño que, traviesa a traviesa, ha puesto en la traída del AVE.

En fin, y parafraseando a MQ: Así nos va por Mestalla.