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Pocos entrenadores hay en el mundo del fútbol capaz de movilizar a media grada con tan sólo moverse. Pero, sin duda, uno de ellos es José Mourinho. El entrenador portugués veía a sus jugadores realizar el calentamiento. Piernas entreabiertas, camisa oscura y pantalón a juego. Parecía tranquilo, claro, no podía imaginar la que se le venía encima. De repente, se giró para mirar hacía los vestuarios, y se desató la locura que envuelve a este Real Madrid por donde quiera que va. "Mou, Mou", "un autógrafo", "por favor, aquí", gritaban niños y no tan niños, algunos de los cuales estaban literalmente encima del túnel del vestuario. Ante la ligera decepción por ver desde el inicio a Ronaldo, que no salió ni a calentar, las miradas se posaban en otros como Kaká, o Casillas. En el lado levantinista, hay nuevos jugadores que ya cuentan con seguidores incondicionales como los marroquíes que, bandera en mano, le gritaban a El Zhar.

Ya en el partido, la afición levantinista parecía dormida hasta que Valdo desaprovechó una de las ocasiones del partido y, poco después, medio Levante se colocaba bajo palos para evitar que marcara el Madrid. El Ciutat era un clamor, un universo de pasiones encontradas y se encendía como la hojarasca en verano cada vez que uno de los levantinistas cortaba las intentonas blancas. O, también, cuando los jugadores se enfrentaban como en la jugada que acabó con la expulsión de Khedira y con más de medio Levante con amarilla. Había mucho aficionado madridista entre los 17.676 que asistieron al estadio y quedó patente cuando, en el descanso, el esperado Cristiano saltaba al terreno de juego entre más aplausos que pitos. A medida que pasaban los minutos, los seguidores locales se venían arriba conscientes de que la gesta del año pasado era posible. Y lo fue todavía más, vaya si lo fue, cuando Koné, contra todo pronóstico, contra los números y las apuestas, logró el primer gol del partido.

Para que no faltara de nada, hubo un espontáneo y luego, el momento de las ovaciones entre miradas de incredulidad. Sí, no era un sueño, la primera victoria de la temporada fue ante el Madrid y la afición azulgrana acabó gritándoles el "a segunda, oe".