El Levante UD se situó ayer en la zona de Liga de Campeones, palabras mayores en el estadio Ciutat de València. Esta vez labró su victoria, la tercera en una semana mágica, sin armar ruido, y despachó al Espanyol con la misma pachorra con la que los equipos grandes solventan tantos y tantos partidos. Todo se le puso de cara: Dos penaltis a favor, la infantil pegada del rival, y dos expulsiones rivales en la segunda parte, adornado todo con un golazo de Barkero en el último tramo.

A nueve puntos de la permanencia, y codeándose con la elite, el levantinismo tiene motivos para hacer un brindis. Es un momento único, que recuerda al arranque de aquel equipo liderado por Riverita y dirigido por Shuster. Con la diferencia de que este grupo tiene más recorrido y más oficio. Que nadie se ponga a temblar.

Sin agobios, el Levante UD encarriló muy pronto el partido. No tuvo que recurrir al espíritu obrero de otras tardes para colocarse con ventaja. Le bastó con situarse con cierto orden en su campo y esperar. Esperar a abrir algún hueco para las galopadas de Juanlu o Koné, mientras Ballesteros, en plan señorial, imponía su ley en defensa. El Espanyol manejó la pelota, gestionada con maestría por Verdú, su futbolista más talentoso.

El Levante UD, con la misma alineación que ganó al Madrid, jugó esta vez a latigazos, con una intermitencia imprevista. Aún así, avisó con un remata fallido de Rubén, tras una subida de Koné. A continuación, el extremo zurdo protagonizó la jugada clave del partido. Cuando inicó su internada en el área, en horizontal, se encontró las piernas de Rui Fonte. Juanlu cayó como fulminado por un rayo y Rubén anotó la pena máxima, tranquilamente, ajustado al palo.

El Espanyol mereció más premio hasta el descanso. Con un fútbol parsimonioso, creó hasta cuatro ocasiones claras para empatar. Casi todos los movimientos de Verdú daban sentido al juego del Espanyol, que rozó el gol con un par de remates de Sergio García y de Thievy, aprovechando los huecos que dejó la defensa "granota", más amodorrada de lo normal. Con un poco más de pegada, el Espanyol se habría retirado al descanso con mejor bagaje. El Levante UD le faltó agresividad y alegría en el medio campo, donde le salvó el músculo de Iborra y Xavi Torres.

El Espanyol siguió fiel a su estilo tras el descanso: Juego pausado, siempre al dictado de Verdú, el mejor futbolista sobre el césped. El Levante UD retrasó más su posición, ahora con todos los argumentos para centrarse en la defensa y el contragolpe. A Koné se le adivina un velocista, pero debe mejorar en el pase y el tiro, dos cualidades básicas en un delantero. Le faltó acompañar más a sus compañeros.

El Espanyol abrió el campo para dar más carrera a sus extremos, pese a que por el centro no le había ido muy mal a la hora abrir huecos. Su rémora es la falta de remate. Sergio García se merece una sanción de Pochettino por su inefectividad goleadora ayer en Orriols.

Con Koné de intruso entre los centrales rivales, el Levante UD sólo fue capaz de filtrar algún balón en la defensa del Espanyol por medio de Rubén. El centrocampista logró alcanzar una vez el área rival y cuando iba a rematar, el central Amat le atropelló literalmente. El árbitro volvió a señalar el punto de penalti ante la sorpresa de Orriols, desacostumbrada a tanta complacencia arbitral. El central, además, fue expulsado. Rubén cobró el premio del segundo gol con un lanzamiento idéntico al primero.

Con uno menos, el Espanyol se enfureció durante unos minutos. Como toda la vida, Orriols tuvo que pasar un trance, un sobresalto que sólo duró unos minuto, después del gol de Forlín, el único espanyolista capaz de acertar sólo ante Munúa. El susto fue breve. Fue saltar Aranda al campo, y el talante ofensivo del Levante UD tomar sentido. El veterano atacante es un especialista en agitar los partidos, justo lo que necesitaba Orriols. Al primer balón que tocó, entregó la pelota a Barkero en el balón del área, el hábitat preferido del centrocampista, que había relevado a Rubén.El "7" granota envió un zurdazo á la escuadra, ante el delirio de la grada, que respiró tranquila.