Un nuevo fenómeno nació anoche en el Ciutat de València. Es el JIM «Team», el equipo más pobre de la Liga, pero con un espíritu de equipo que no se compra con millones. Dirigido ahora magistralmente por Juan Ignacio Martínez, hace sólo unos años en los banquillos de la Preferente, el Levante UD vivió una de sus noches más memorables con su victoria ante el todopoderoso Real Madrid de Mourinho, cuyo presupuesto se multiplica por veinte con respecto a la familia de Orriols. El conjunto de JIM, excelso en todas las facetas del juego, táctica e individualmente, realizó el partido perfecto. Aguantó a su rival la primera parte y se fue a por el triunfo en la segunda, cuando el Madrid ya jugaba con diez, víctima de la rabia incontrolada que pro profesa su entrenador desde el banquillo.

El Levante UD se plantó muy bien en el campo, en el suyo, con las premisas perfectamente establecidas: Presión en el medio campo, lineas bien juntas y defensa sin tregua del área de Munúa. El planteamiento de JIM había provocado cierto temor en la grada. Alineó el mismo sistema —un teórico 4-4-2— que en los partidos anteriores, en vez de reforzar el centro del campo con tres mediocentros. Pero fue un dibujo engañoso, porque situó en la retaguardia a todos sus futbolistas, incluido Barkero, excepto a Koné, la única referencia ofensiva. «Tú, a correr, a ver si te llega alguna», le diría JIM.

Sin Cristiano Ronaldo y Özil en el campo, al Madrid le faltó agresividad en el primer tiempo, No varió su pizarra, con Coentrao en la posición del portugués, y el estilista Kaká en el lugar de Özil, otro ausente. Pese a los dos cambios de piezas, el Madrid se asentó sobre el campo contrario con muy mala idea, atacando desde todos los frentes. Con esa extraña forma de jugar, que promulga Mourinho sin extremos, al Levante UD no le costó excesivo trabajo tapar las bandas, donde Marcelo se mostró más peligroso que Sergio Ramos, frenado por el incombustible Juanfran. El peligro llegó por el centro, donde los futbolistas del Madrid multiplican sus funciones e intercambian los papeles de una forma asombrosa.

JIM lo ensayó bien durante la semana. Sus interiores, Juanlu y Valdo, y Barkero, se centraron en la presión de la salida del balón; Xavi Torres e Iborra formaron el primer tapón y los dos centrales, Ballesteros y Nano, de apagafuegos en el área. El Madrid no fue capaz de desenredar semejante nudo táctico: Hasta seis futbolistas del Levante UD se lanzaban, como locos, sobre el futbolista que recibía la pelota cerca del área.

El Madrid dominó el juego, pero encontró muchos apuros para crear ocasiones. Disfrutó de tres clarísimas, pero las falló, una señal para la grada, que la temporada anterior disfrutó de un empate épico ante el mismo equipo. Las tres llegaron por el medio: Kaká chutó alto desde el área pequeña, Ballesteros salvó bajo los palos un remate de Benzemá y el árbitro anuló un gol del francés por fuera de juego. En las dos últimas, colaboró Munúa, sorprendentemente nervioso en el primer acto.

El Levante UD cumplió perfectamente el guión. Aguantó el temporal, con una labor de contención mientras miraba de reojo el reloj esperando el momento de dar un pasito adelante. Casillas apareció en el partido en el minuto 37, antes de que Valdo armara el remate en el primer contraataque de su equipo. La acción terminó en córner, tras la primera aparición, también, de Koné, en el área contraria. La alegría más grande llegó a continuación. Di María derribó a Juanfran de muy mala manera y provocó una tángana de la que el Madrid salió peor parado: Khedira terminó expulsado entre el carrusel de tarjetas que enseñó Turienzo Alvarez, desbordado, de repente, por tanta descarga de adrenalina.

Con uno más sobre el campo, el Levante UD se creció sobre el césped en la segunda parte, consciente de que las fuerzas estaban más equilibradas. Mourinho castigó a Benzemá y Cristiano ocupó su lugar. El portugués, con tres puntos en el tobillo, se ubicó de «9» entre los dos centrales.

Con el partido más abierto, con más espacio para pensar, el Levante UD se decidió a presentarse en el campo contrario. Ahora así, separó sus lineas y se planteó seriamente ganar el partido. ¡Qué locura!

Juanlu y Koné probaron a Casillas antes de que los cimientos del viejo Ciutat de València se pusieran a temblar. Javi Venta inició la jugada en el centro, voló por la banda derecha, llegó hasta la linea de fondo y entregó el remata en bandeja a Koné, que fusiló a Casillas.

Mourinho, hasta entonces repantigado en el banquillo, dio un salto sobre el césped y comenzó a ordenar, con todo su recursos de aspavientos en acción, el ataque de su equipo, incapaz de hacer frente a un rival colectivamente superior. A efectos de juego de equipo, de reparto solidario de las funciones, de ayudar al compañero, de protegerlo ante cualquier contratiempo, el Levante UD le dio una lección al Real Madrid, que apeló a las individualidades para buscar el empate. Ante un contrincante agigantado en todos los frentes, el desafío fue una misión imposible.

JIM manejó perfectamente los cambios en el último tramo del partido. Dio entrada a Rubén y a Aranda, con quienes su equipo ganó definitivamente peso en el campo contrario. Ninguno desentonó en el ideario del entrenador alicantino, que hoy será portada en los periódicos no sólo por su exitoso planteamiento, sino por el compromiso que transmite a sus futbolistas. El Madrid no disfrutó de ninguna ocasión clara para equilibrar el marcador en los últimos minutos, cuando el Levante UD, con el aliento de Orriols, había blindado la victoria con cadenas.