En los últimos segundos del partido hubo un rifirrafe. Un balón de Kaká a la chepa de Xavi y una carrera de Abidal, parado raudamente por Valdés. Daba la sensación de que el clásico se iba a empastrar una vez más en el último segundo. Pero esa carrera de Valdés, secundado por Piqué, impidió que el conflicto pasara a mayores. Por primera vez en mucho tiempo, el encuentro, al menos en el terreno de juego, tuvo los problemas de orden público propios de un partido caliente entre dos equipos que se juegan mucho. Cristiano fue cazado alguna vez, Messi también, Iniesta también (fue pitado al ser sustituido el de Fuentealbilla) pero valga el dato: ningún jugador vio la tarjeta roja. Amarillas para Lass, Pepe (claro), Sergio Ramos, Xabi Alonso, Messi, Piqué y Alexis, pero nada más.

Eso sí, Marcelo no quiso dar la mano a Gerard Piqué, a pesar de que éste lo intentó repetidamente, al acabar el partido.

En las horas previas, Florentino Pérez y Sandro Rosell habían escenificado un buen rollo echándose flores recíprocamente. Que de nada habría servido si el partido llega a calentarse más.

A Mourinho le duró poco el espectáculo. La remontada barcelonista no le permitió, durante los 90 minutos, más actuación que la de jalear al público cuando reclamaban una segunda amarilla a Messi, cuando el argentino se la jugó literalmente. Después, segundos antes de acabar el partido, se acercó al banquillo del Barça para dar la mano a Tito Vilanova, felizmente recuperado. No fueron pocos los que lo interpretaron como una forma de que todo el mundo se enterara de su gesto.