En días como el de ayer, cuando un jugador pierde a una hija, el fútbol parece que pasa a un segundo plano. Algo banal, ocioso y todos los adjetivos que se le quieran colocar. Pero, cuando uno ve a ese mismo hombre entrar al campo, jugar bien y, al final, presencia como todos sus compañeros lo abrazan al tiempo que la afición grita «Iborra, Iborra», sencillamente, se le encoje el corazón y no puede pensar otra cosa más que el fútbol es algo muy grande, que va más allá de cualquier explicación racional. Y que, además, este Levante lo está bordando en un año donde casi nadie apostaba por él pero que lo acabará en entre los mejores de España.

El respeto que se ha ganado el Levante cuando juega como local hace que rivales de la entidad del Sevilla se planten en el Ciutat de Valencia con muchos hombres atrás —incluso todos ellos cuando se trata de defender los córners— esperando su oportunidad a la contra o, a lo sumo, a balón parado. Así fue como llegó su primer remate a puerta que se marchó por encima de la portería.

Antes, el Levante ya había llegado en varias ocasiones, como en una internada de Juanlu por la izquierda y otra de Barkero por la derecha.

En el centro del campo, tanto Juan Ignacio Martínez como Marcelino optaron por un trivote que, en principio, igualaba las fuerzas. Barkero, Farinós y Xavi Torres se veían las caras con Iván, Trochowsky y Medel. Aunque, por momentos, se echaba en falta más ayuda en esa zona del propio Barkero que ocupaba posiciones algo más adelantadas.

Koné peca de ganas

Sin duda, los enfrentamientos más interesantes eran los que protagonizaba Koné contra los que eran su compañeros la pasada temporada. El marfileño tenía, como siempre, una gran movilidad, aunque tardó mucho en rematar a portería y estuvo demasiado impreciso en momentos claves como cuando, tras un gran pase largo de Farinós, no controló totalmente solo ante Javi Varas.

En el otra área, no eran menos vibrantes los choques entre los peligrosos atacantes sevillistas, y los siempre sobrios Ballesteros y Nano, sin olvidar a Juanfran y Venta a los que no les faltó trabajo. Con Kanouté en el banquillo, Manu del Moral y Navas por las bandas y Negredo por el centro intentaban una y otra vez romper los muros de contención levantinistas. Y, la verdad, lo lograban de tanto en tanto, aunque su punto de mira en el disparo estaba ligeramente desviado. Una y otra vez, Munúa veía con alivio como los balones se iban por fuera de su meta. No obstante, el riesgo era muy elevado y era necesario acabar con esa sangría de llegadas.

Este Sevilla, que todavía no conocía la derrota como visitante, y al que esta temporada es francamente complicado marcarle goles cuando juega lejos del Sánchez Pizjuán, tenía enfrente a un equipo que, además de haber perdido en tan sólo una ocasión como local — 0-2 ante el Valencia— había marcado en todos los partidos disputados en el Ciutat salvo precisamente en esa derrota.

Aún así, ayer unos y otros estaban muy espesos de cara a puerta. De hecho, el Levante no disparó entre los tres palos hasta el minuto 44 con un tiro tan lejano como flojo de Barkero. Mientras que Munúa había intervenido un poco antes.

Piden penaltis que no eran

La primera parte acababa con un penalti simulado por Juanlu que le costó la amarilla y la segunda empezaba con otro, casi igual, de Koné quien, no obstante, algo más tarde, con el partido ya con uno a cero, sí caía de forma más clara en el área. De todos modos, no era este el camino más correcto, pero, al menos, servía para que la afición despertara ligeramente del letargo.

Una parada doble de Munúa, cuando todo parecía indicar el cero a uno de Trochowky, alentaba aún más a la afición. Y también al Levante que, poco después, aprovechaba un barullo en el área para conseguir adelantarse en el marcador gracias a un tanto de pillo de Nano cuya dedicatoria fue, como no, para Vicente Iborra y toda su familia.

El partido se ponía como el Levante deseaba y al Sevilla no le quedaba otra que adelantar sus líneas a riesgo de que los valencianos les mataran a la contra. Aún así, los de Marcelino tampoco arriesgaban en exceso y confiaban más en la calidad de Negredo y de un Kanouté que ya estaba en el campo. En el otro bando, Juanlu disparó al palo antes de ser sustituido. Faltaba poco, pero Koné quería sacarse la espinita sevillista y dispuso de dos claras contras que no logró a rematar con acierto. Lástima.