Que Louis van Gaal, cuando dirigía al Barça, quien introdujo en el banquillo la libreta y el bolígrafo como herramienta de trabajo. Hasta su llegada, los entrenadores españoles solamente confiaban en los recursos mnemotécnicos de su buena memoria para almacenar datos, ya fueran propios o del rival, y en su potente entonación vocal para impartir consignas: «¡Vamos, vamos!», voceaban a sus jugadores por toda instrucción táctica. Así funcionaba la cosa, hasta que apareció aquel holandés cabal €por tanto, despreciado por la prensa€ con métodos más científicos y revolucionarios. La libreta, entre ellos. Van Gaal no cesaba de tomar notas durante los partidos. Todo quedaba apuntado en su libreta, salvo la manera de frenar al Piojo, que le amargaba las tardes a él y a los hermanos De Boer cada vez que se las veían con el VCF.

Tras la sorpresa inicial, el consiguiente cachondeo e incluso la descalificación, el bloc de notas fue ganando terreno. Aquello fue lo más vanguardista que había conocido el fútbol hasta la llegada a Mestalla de Carlos Parreira, flamante campeón del mundo, y con él, Morací Sant´Anna, un preparador físico que se pasaba los partidos metiendo datos en un ordenador portátil. Lo nunca visto. Tecnología punta en un banquillo.

Hoy, a los entrenadores se les dota con un amplio arsenal de artilugios para observar, medir y aquilatar el más leve movimiento de sus jugadores. Todo archivado y cotejado. Mourinho es el más clásico, pues se pasa los partidos apuntando todo lo que pasa por su calenturienta cabeza.

Sin embargo, las notas por las que yo pagaría dinero por poder echarles una ojeada son las de Chendo, que como futbolista era una especie de Sergio Ramos, pero todavía más garrulo. Aquel defensa aguerrido €por utilizar un eufemismo cortés€del Madrid y de España, tras perder una final de Copa ante el Barça, declaró que el torneo lo había ganado un equipo extranjero. Con ese fino intelecto, no es de extrañar que hoy ejerza como delegado madridista y vaya equipado con un libretón descomunal. ¿Qué garabatea en tan profusas páginas? Ardo en deseos de comprobarlo. Igual esas hojas contienen auténticas obras de arte neoabstracto. Chendo, emulando a Kandinsky.