Me obliga Vicent Aleixandre, por el escandaloso comportamiento del madridista Pepe, a recordar antecedentes penales del Madrid, club que ha tenido jugadores que no han alcanzado notoriedad de individuos de horca y cuchillo, como los de otros lugares, porque siempre han contado con defensores a ultranza. La protección de los medios les han salvado de la ignominia. En el Madrid también se han alineado futbolistas que han protagonizado actitudes y lesiones importantes.

Recuerda Aleixandre la condena emitida por los medios madrileños contra Albelda a consecuencia del marcaje al que sometió a Zinedine Zidane el día de su debú en Mestalla. No tengo memoria de que Albelda haya causado alguna lesión importante. Es más, se le perdonó, ya no pareció tan duro, cuando Luis Aragonés lo convirtió en el dueño de «los pasillos de seguridad» de la selección.

Zidane pasará a la historia, que siempre se escribe en Madrid, como un caballero. A Crusat, joven debutante en el Espanyol, le dio un tantarantán del que salió con una clavícula fracturada. Ello le costó parada y fonda. Nunca volvió a ser titular y recuperó presencia, tiempo después, en el Almería. Pinto, guardameta suplente del Barcelona, resultó lesionado en Balaídos, cuando defendía la portería del Celta, en una entrada de Zidane. Éste, propuesto para el premio Príncipe de Asturias, no pudo obtener los votos necesarios, por el cabezazo que propinó en el Mundial al italiano Materazzi, un angelito reconocido en Europa. La imagen que dio en televisión, aunque mediara provocación, no fue la de un deportista.

César Jiménez, prometedor defensa del Zaragoza, se tuvo que retirar a pesar de los esfuerzos que hizo por recuperarse. Fue lesionado en el Bernabéu por un futbolista que no pasará a la historia por violento, Luis Figo, pero las consecuencias de su entradón fueron nefastas para el zaragocista. Padeció rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla. No hubo sanción para el causante de la desgracia. En cambio, a Cortizo, defensa del Zaragoza, lo condenaron a dieciocho partidos de castigo por fracturarle una pierna al jugador del Atlético, Enrique Collar que incluso volvió a jugar en el Valencia. No tuvo tanta suerte Jiménez. Algunos son más iguales que otros ante la ley.

Aleixandre recuerda nombres de madridistas conocidos por su dureza como es el caso de Gregorio Benito, bien amado en el Bernabéu a quien los descerebrados le gritaban:«¡Benito, mata!». En un partido contra el Atlético se fue a jugar al área contraria hasta que lesionó al central contrario, Cacho Heredia. En Sevilla aún recuerdan la frase con la que Biri-Biri se dirigió al central madridista: «Por favor, no me pegue más señor Benito».

Hablar de difuntos nunca es agradable, pero las agresiones detestables de Pepe contra el getafense Casquero,a quien pateó, imágenes para no olvidar, recuerdan al fallecido Juanito. Las entradas y pisotón a Messi, han tenido antecedentes tan desafortunados como el de Juanito en la cabeza del alemán, Lothar Matthaus. Juanito no sólo se arrepintió y pidió perdón, sino que, además, invitó al germano a pasar unos días de vacaciones en su casa de Málaga y le regaló un capote de brega y una espada de matador. Pepe no ha pedido perdón como han querido interpretar algunos por una nota en la que dice que fue acto involuntario a pesar de las imágenes de televisión que denuncian claramente su actitud.

Messi se ha venido salvando de las tarascadas de Sergio Ramos, que también tiene bula, y de Pepe. Hasta ahora ha tenido más suerte que Bustillo, delantero centro azulgrana que salió del Bernabéu lesionado para siempre. Si mal no recuerdo chocó con De Felipe, quien tampoco se andaba por las ramas. Bustillo debutó en el Barcelona en el primer partido de Liga de la temporada 69-70. Había sido cinco veces internacional y era el ariete que en Zaragoza, antes del traspaso, habían bautizado como sucesor de Marcelino. El debú fue en el Bernabéu. En seis minutos marcó dos goles. Poco después, tras el 0-2, tropezó con De Felipe. Del campo salió en camilla y directo al hospital con la rodilla hecha puré. No volvió a ser titular en el Barça, y aunque intentó recuperarse, nunca volvió a ser el mismo.

La historia no se ha contado siempre del mismo modo. El central barcelonista, Gustavo Biosca y el delantero madridista, Manuel Fernández y Fernández —Pahiño— se las tenían tiesas. El madridista respondió al catalán con una fea entrada y se publicó, referido a Pahiño, quien acudía a las concentraciones con libros, lo siguiente: «Que se puede esperar de un individuo que lee a Tolstoi y Dostoyewski».

En tiempos de posguerra en que creció la idea de la dureza de los valencianistas Álvaro y Juan Ramón, no lo eran menos los madridistas Clemente y Corona, pero ya tenían quien les escribía. Corona, alicantino, guardaba la portería que ocupaba el alicantino Juan Bañón. La historia siempre se repite en favor de los mismos.

Posdata. Yo nunca he confundido rebato por arrebato. La culpa, de quien me cambió el título.