La semana pasada no acudí a la cita de esta sección porque el Redactor jefe de Deportes de este periódico, Vicente Aleixandre (uno de los mejores escribidores sobre el deporte de este y otros muchos países de habla hispana), tuvo a bien no publicarlo. Y mucho que se lo agradecí. Como uno suele escribir los viernes y el artículo sale el domingo, a veces, el tema está pasado o chirría. En esta ocasión era cansino. Toda la semana hablando de lo mismo: del famoso pisotón del tal Pepe, y de uno de los clásicos Madrid-Barça que nos atenazan últimamente en demasía. Pensaba que al enfocarlo sobre la biografía de Mourinho y sus extraños cambios tácticos, le daba un enfoque distinto. Y mire usted por donde, entre el viernes y el domingo, más el lunes, todo el mundo se puso a hablar del Special One, con mucha más propiedad que un servidor. Así que, en la papelera estaba muy bien.

Sin embargo, esa cita, dominical mayormente, toca a su fin, de momento. Hay quien sabedor de las nuevas obligaciones que a uno le toca asumir en esta vida, pensaba que la ausencia de la semana pasada se debía a eso y me echó la bronca. "Por lo menos despídete, canalla", me decía un amigo. Así que dicho y hecho. La columna de Ocios y Negocios se retira a los cuarteles de invierno. Se lo tiene merecido tras algo más de cinco años de acudir a su cita, salvo excepciones muy puntuales.

Literariamente hablando es conveniente descansar de vez en cuando y desde el punto de vista de la creatividad, más todavía, porque llega un momento que uno se agota. No los temas, que en el deporte los hay a capazos - que diría un castizo- pero sí su enfoque. Igual estoy ya muy visto y leído y conviene parar. Todo el mundo lo hace cuando practica actividad física. Los fondistas se detienen apenas unos minutos, incluso, ni eso, y en los deportes de equipo, se reposa quince minutitos entre las dos partes de la contienda.

De manera que no viene mal que mis funciones como Decano de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte (FCAFD), me obliguen (voluntariamente, ¡ojo! que aquí no existe ningún tipo de incompatibilidad) a abandonar, por el momento, esta columna. Si el descanso es de minutos, en este caso meses, o de años, el tiempo lo dirá y siempre que la autoridad pertinente, es decir la dirección de este diario, me permita volver tras el receso, o concederme algunos minutos de juegos de forma esporádica. Ya veremos.

Y digo esto porque habrá que seguir atentos al devenir de nuestro deporte, que está atravesando por enormes turbulencias. Si en estos últimos años la política deportiva valenciana se orientaba hacia los grandes eventos, mientras el deporte de base, ese que promueven los clubes y las federaciones, era el hermano pobre y olvidado, hoy, esa pobreza se ha agudizado tanto tras la ruina económica institucional, que se ha abierto un nuevo agujero en la consideración del deporte como un instrumento del Estado del bienestar. Los niños que participan en el deporte escolar pagan por primera vez en la historia, lo que pueden echar de la práctica deportiva a las clases más humildes. Pero, ¿qué decir al respecto, si con los recortes estos (impuestos no se sabe muy bien si por esos mercados que operan en la sombra o por la Unión Europea), lo que peligra es todo el Estado del bienestar en sí mismo?.

Supongo que alguien objeto de crítica (siempre sana, por supuesto) de estos Ocios y Negocios, se alegrará de la ausencia, como aquel personaje que esperaba que me fuera a Barcelona hace tres años a organizar el Europeo de Atletismo, para ver si así dejaba de escribir. En realidad había más de uno/a, pero sé que también unos cuantos me echarán de menos (perdón por la inmodestia o pedantería, si alguien lo interpreta así), sobre todo esas federaciones autonómicas a las que cada vez les cuesta más mantener sus actividades y que en más de una ocasión encontraron aquí cobijo a sus reivindicaciones, porque no son el todopoderoso fútbol, y no tienen siquiera un megáfono pequeño para hacerse oír. Por eso, no se preocupen que al contrario del Coronel de García Márquez, sí tendrán quien les escriba. Habrá otras formas de hacer y expresar lo que tanto les agobia, lo que tanto debería preocupar a los que gobiernan una sociedad cada vez más sedentaria y con un grave problema de obesidad infantil. Amén, que el sermón dominical se acaba. Y a ve si le aprietan al Eclestonne, que él quiere la pasta para que sus hijas la malgasten en caprichosas mansiones y nosotros, en cambio, la necesitamos para comer. Nos vemos.