Dos medallas en dos partidos para Lotina, y cuatro puntos que son un tesoro. Con seis de ventaja sobre el trío de equipos en descenso, el Villarreal, que ayer ganó al Rayo en Madrid por cero goles a dos, encara con renovada confianza la fase definitiva del campeonato. Anoche sufrió en distintas fases pero fue mejor en las dos áreas, tanto que mantuvo la puerta a cero y tanto que se permitió el lujo de desperdiciar una pena máxima.

Es el campo de Vallecas una invitación a la sencillez. Son las dimensiones del terreno un condicionante y una trampa. En territorio ajeno, el Villarreal tuvo el mérito de adaptarse al paisaje para cazar al cazador y voltear el color habitual de la emboscada. Sostuvo con atención el duelo de la pelota parada, primero, firmó un elogio de simple eficacia, después, con y sin la pelota, y aprovechó la ocasión, por último, para encarrilar el partido, la victoria y la permanencia.

Y la ocasión, la que significó el cero a uno, no se presentó por casualidad. El Villarreal se trabajó la dicha en estudiado plan. El Rayo cometió un error y el castigo fue letal e impío. Una presión adelantada de los amarillos, muy en campo contrario, devino en el riesgo excesivo en la salida de balón local, el robo de Borja y el despegue del avión. Descolocada la zaga, el tanto cayó por probabilidad. Se libró el Rayo en la primera ola, la vaselina de Cani que repelió el larguero, pero no en la segunda, con el instinto de Marco Ruben imponiéndose a la zaga, listo para embocar de testa el rechace.

Antes del cero a uno, el partido avanzaba sin grandes sobresaltos. A dos saques de esquina consecutivos del Rayo replicó el Villarreal con un par de faltas al área, y a cada ida de un equipo respondía una vuelta del rival. En el ir y venir, Marco Ruben disparó alto tras colarse en el área, igual que excesivamente cruzada se marchó una media vuelta de Diego Costa, el principal faro del ataque rayista, desaparecido el flaco Michu.

En plena dinámica alegre, con espacios para todos, el Villarreal pegó el zarpazo del gol y no le costó alcanzar el descanso en ventaja. Austero en defensa, sin lujos, el equipo se sostuvo con Marcos Senna y Bruno Soriano en el eje, y con las ayudas constantes de Borja Valero y Cani, libres con la bola y aplicados sin ella. El fuego cruzado del Rayo se quedaba en el casi, como los intentos de contra del Villarreal, asido a los picoteos característicos e intermitentes de Nilmar.

Tras el descanso, Sandoval movió el banquillo y agitó su ataque. La entrada de Lass, que martirizó a Joan Oriol, que no pudo con él, y de Raúl Tamudo, que complicó el reparto de marcas, empujó el juego al campo del Villarreal. Lotina no tardó en reaccionar e hizo de Lotina. Sentó a Nilmar y plantó a Ángel en la medular. La jugada le salió bien. Porque, ya se sabe, quien gana manda, y a callar.

Casi de inmediato, otra presión en campo contrario terminó en robo amarillo. Mario apretó, Marco Ruben recogió una mala cesión de Michu y provocó el penalti en el área. Sin embargo, un paradón de Joel al propio Ruben evitó el gol. La sentencia se hizo de rogar.

Impotencia local

El cuadro del partido adquirió un tinte monótono. A un lado, el Rayo, volcando su ofensiva sin premio por el costado diestro, acumulando centros sin remate y disparos sin puntería. Al otro, desplegándose a la contra con visión panorámica, el Villarreal, renovando la frescura de las piernas con los cambios -Camuñas y Martinuccio-, clavando los tacos en el verde para aguantar las embestidas rayistas.

El Rayo acentuó su dominio con la entrada de Movilla, que aclaró la a menudo trabada circulación local, más impulsiva que cerebral. Antes, Armenteros tuvo con un cabezazo franco en el área la oportunidad más clara pero Diego, seguro toda la noche y valiente en el bombardeo aéreo, negó el empate.

El Villarreal, que destiló en todo momento una placentera sensación de control, rubricó su victoria justo cuando podría empezar a temer por ella. En el grado más alto de asedio rayista, Martinuccio lanzó el contragolpe bueno. Conectó con Ruben en el área y éste estiró la jugada al flanco diestro donde Ángel, libre de marca, empujó con el interior el balón a la red. Tirando de manual, el Lotina más puro vale lo que vale. De momento, media salvación.