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El partido dejó al descubierto otros detalles a tener encuentra para el encuentro de vuelta. El Atlético es un equipo que practica el espíritu colectivo y saca rédito a la calidad de sus individualidades. No es un buen negocio descuidar a alguno de sus futbolistas ofensivos.

Falta de intensidad

Adrián, una pesadilla para la defensa

Adrián fue, junto a Falcao, el otro verdugo del Valencia. El centrocampista entró en el área con mucha facilidad desde la media punta, abriéndose a las bandas. Su partido fue ejemplar, ganando en velocidad a Víctor Ruiz, a Jordi Alba y al que se le puso por delante. La defensa del Valencia fue incapaz de parar el despliegue ofensivo del Atlético, lanzado por su mejor disposición e intensidad.

La contrafuerza

Jonas no paró de pedir el balón y dar juego a sus compañeros

En medio del desierto, el Valencia encontró vida con la presencia de Jonas en el campo contrario. El brasileño terminó extenuado, después de no dejar de correr kilómetros todo el encuentro. Encontró el premio del gol en el descuento del primer tiempo y en el segundo lo buscó con un lanzamiento lejano, con un disparo al estilo Cristiano Ronaldo. Hay que confiar en él para el partido de vuelta.

Imprecisiones

Muchos regalos en el centro del campo

Los partidos se cuecen en el medio campo, y allí el Valencia fue superado constantemente por el Atlético de Madrid. Mientras Topal estuvo torpe y despistado, Tino Costa jugó a ráfagas. Se echó de menos la zurda del argentino para buscar el disparo. Gabi, Suárez y Salvio les ganaron la partida, con un juego más alegre y mucha mayor compenetración en las transiciones y en los pases entre líneas.

A balón parado

El Valencia se salva en dos córners en los descuentos

Pocas veces se han dado importancia a dos goles como los que marcó el Valencia en el Calderón. Uno, porque ambos llegaron los descuentos de cada parte, y dos, porque se marcaron en jugadas de estrategia. El primero, de Jonas, al rematar al segundo palo un cabezazo «peinado» de Rami. También en un córner llegó el gol de la esperanza, cuando Ricardo Costa cabeceó con fuerza desde el centro del área.