­El duelo entre Radamel Falcao y Roberto Soldado se decantó del lado del colombiano por 2-0. Mientras el atacante valencianista fracasó en el intento de abrirse algún hueco entre los centrales locales, Falcao ya había afinado su puntería ante Diego Alves en los primeros minutos. Hasta que le llegó el primer balón en condiciones. El delantero rojiblanco lo remata todo. Da igual que sea un balón o un botijo, que lo «caza» al vuelo. Falcao sacó petróleo de un rebote, en el centro del área, para multiplicar la velocidad del balón hacia la portería del Valencia. Sólo habían pasado 17 minutos.

Los dos «nueves» centraron, irremediablemente, el duelo más mediático del encuentro. Ambos sustentan a sus equipos con sus goles. Son dos depredadores natos, siempre en busca del balón. Es inevitable que los focos se dirigieran hacia ellos. Uno suma 30 goles en las tres competiciones; el otro, 28. Datos muy similares, pese a que ayer no quedó demostrado en el Vicente Calderón. Allí ganó Falcao, el último superhéroe del universo atlético. Tiene a su alcance el récord de coronarse máximo goleador de la Liga Europa dos temporadas consecutivas. El año pasado marcó 17 tantos con el Oporto. Este curso suma nueve, sólo a dos de Huntelaar, eliminado con el Schalke 04 de la competición, tras el primer tanto de la noche.

Para Falcao fue todo más fácil. No sólo por jugar en casa, sino porque su equipo jugó en otra dimensión. Volcado sobre el campo contrario, el Atlético obligó a Diego Alves a estar continuamente en acción. Rami y Víctor Ruiz ataron corto al colombiano tras su gol. «Ese tío no puede estar solo», les gritaría el portero. Las consecuencias fueron peores: Adrián y Turan, sobre todo el primero, se abrieron una autopista.

Soldado sufrió la soledad del delantero en el campo contrario. Lo pasó mal, con los dos centrales, Miranda y Domínguez, pegados a su cogote. Su primera aparición en el partido fue para reclamar una falta, sobre el minuto diez. Esa fue la constante durante el partido, estrechamente vigilado en la pizarra de Simeone. La fórmula resultó un éxito absoluto. El delantero del Valencia no fue capaz de armar ni un solo remate en todo el partido. Su imagen, mediada la segunda mitad, reclamando justicia desde el suelo tras recibir una colleja, retrató la situación del Valencia. Dio pena.

En la otra área, a Falcao le quedaba pólvora en la recámara. El colombiano cerró la goleada con un gol fabuloso, una muestra de sus ilimitados recursos. Recogió el balón fuera del área, se burló de dos defensas y lo envió a la escuadra, mientras Soldado se llevaba las manos a la cabeza. Le queda Mestalla, pero dos goles en contra es mucho lastre. O quizá no.