Fue en Vinalesa, cuando en este pueblo de l'Horta Nord se recuperó con especial ilusión el "joc de carrer". Un desafío enfrentó a un equipo de Massamagrell capitaneado por Claramunt frente a Montserrat, capitaneado por Rafa Ortiz. La calle estaba a rebosar y Massamagrell presentó a un joven, no más de 16 años, que llamó, nos llamó poderosamente la atención. Todo lo hizo bien. No erró ni una pelota y siempre buscó el "quinze" con sublime picardía. El chaval se convertiría poco después en uno de los "mitgers-punters" más destacados del panorama profesional. Francisco Javier García Atienza heredó la afición de su padre, Oñate I, de la generación contemporánea a Rovellet, Eusebio, Soro, Suret, Ricardet, LlopisÉ, y desde bien pequeñito tuvo en el trinquet, bajo la atenta mirada del Tio Pena su mejor diversión. No destacó por una poderosa pegada, ni por ser un portento físico pero siempre deleitó por su depurada técnica, por su precisión en elegir el punto donde lanzar la pelota y conseguir desorientar al rival.

Hoy, los trinquetes están llenos de jugadores pegadores. Por eso destacaba la condición matemática de Oñate II capaz de sacar el último recurso para salvar la pelota más difícil, en el golpe más imposible que pueda imaginarse. Oñate disfrutaba de la pelota y hacía disfrutar a quien se acercaba al trinquete con ganas de saborear un juego que traspasa la condición física para adentrarse en los terrenos del arte. El Circuit Bancaixa lo recuperó tras varios años de un pasar discreto, reservados los primeros carteles para los jugadores de pegadas y estilos diferentes. Fue una de las primeras figuras del torneo y varias veces campeón y subcampeón. Dice Juliet, con la razón de una leyenda que "el jugador que no la tira a cap de lloc no és jugador de pilotaÉ" Oñate siempre sabía lo que hacía en cada uno de sus golpes. Y eso es de una sabiduría inmensa, sólo propia de los genios. Y mucho de genial ha tenido Oñate II, que el pasado martes tuvo en Massamagrell, su trinquete, el más que merecido homenaje de sus amigos, de toda la afición, de jugadores que han superado toda dificultad, y no han sido pocas, para poder anunciarse acompañando a uno de los suyos. Quizás por ello estuvo siempre a su lado, además de un montón de compañeros en activo y otros ya retirados, aficionados de postín impulsores del homenaje, el alcalde de su pueblo y amigos y familiares, estuvo digo, Rovellet, uno de los pocos que sabía lo que tenía que hacer en cada golpe y que ha disfrutado viendo a un jugador de exquisito paladar. Oñate II ha dejado el sello de sus genialidades impregnado en los trinquetes valencianos. Honor a uno de los grandes.