Una de dos: o el Celta, que llevaba varios años escondido en Segunda, es un equipazo llamado a codearse esta temporada con los grandes, o el Valencia es una madre para sus rivales. O ambas cosas a la vez. Liderado por un señorial Borja Oubiña, el equipo vigués cuenta con buenos peloteros que tratan el balón con cariño y lo mueven con mucho sentido. Por contra, los jugadores del Valencia exhibieron una imprecisión exasperante, marrando pases infantiles, con lo que perdieron el control del partido.

A la cabeza de las pifias estuvo Dani Parejo, que, en lugar de elegir la opción cómoda, arriesga en el pase. Y en cuanto falla, surge el runrún en Mestalla, de manera que la grada y él se retroalimentan de inquietudes. Aquel chico que siendo canterano del Madrid llamó la atención del mismísimo Alfredo di Stefano se ha empeñado en demostrar a todo el mundo que él no es un cuatro clásico, sino un ocho. Y a fe que lo va conseguir, aunque sea a costa de perder la titularidad. En esa demarcación de interior de enganche, el Valencia tiene inflación de futbolistas y cuando vuelvan Canales y Banega habrá tortazos por el puesto.

El caso es que, entre el buen hacer del Celta y la mala cabeza del Valencia, Mestalla no pudo disfrutar de una tarde de sábado apacible y el personal se pasó el rato entre el ¡ay! del miocardio y una especie de abultamientos en las amígdalas. Puro acojone, vaya.

Al igual que José Mourinho, su colega Mauricio Pellegrino también podría quejarse de que tampoco tiene equipo. Pero con una sutil diferencia: al argentino le ficharon lo que pudieron, mientras que el portugués se compró todo lo que le vino en gana. Item más: El Flaco no lleva ni tres meses al frente del plantel y, por contra, Mou inicia su tercera temporada, que está llamada ser la de consolidación. No obstante, de seguir así acabará en desastre. Ocho puntos no son nada, pero el entorno mediático del Madrid, siempre tan excesivo y exagerado, ya ha encendido las luces rojas y se han disparado las alarmas. El Bernabéu está que arde.

En cambio, el Camp Nou es un remanso de paz. De momento, con el ascenso de Tito Vilanova no se ha desatado ninguno de los seísmos que auguraban los sabios. Así que atentos. Algo habrá que inventar para desestabilizar al Barça. Al tiempo. Sobran especialistas en la materia.