Santiago Carrillo no perteneció el grupo duro del comunismo que consideraba el fútbol como el «opio del pueblo». Durante la guerra civil propició la práctica deportiva de los soldados republicanos y al regresar a España tras el exilio confesó que era gran seguidor del Sporting de Gijón con lo que propició la doble militancia. A Carrillo, durante la guerra civil, le satisfizo que se creara el Batallón Deportivo, formado fundamentalmente por futbolistas, entre ellos el jugador del Madrid Quesada. En el estadio de Chamartín presenció más de un festival deportivo con exhibiciones gimnásticas y partidos de fútbol. En una de tales ocasiones presidió junto al general José Miaja y el presidente del Madrid, no reconocido por el club, el coronel del III Cuerpo del Ejercito del Centro, Antonio Ortega Gutiérrez. De este personaje hay cierta confusión en algunos libros de la historia de la guerra civil, puesto que se le confunde con un comisario político también apellidado Ortega. Para mi libro «El deporte en la guerra civil» tuve que acudir a Carrillo, a su casa de la calle Reyes Magos, con la fotografía del palco de Chamartín para que identificara a Ortega.

Carrillo admiró en Moscú a deportistas hijos de españoles que fueron incluso internacionales con la Unión Soviética. Aunque de incógnito, presenció en Bucarest el partido de Copa de Europa que disputó el Atlético de Madrid. Al regresar a España no sólo manifestó su color futbolístico, seguidor del Sporting de Gijón, sino que estuvo siempre atento a los resultados semanales de su equipo. Hizo gestiones en favor del Sporting para que pudiera fichar a un jugador yugoslavo menor de veintisiete años, edad que prohibía la salida de jugadores del país. Su mediación fue fundamental y conocida su afición sirvió para que Santiago Bernabéu le mandara por medio de la prensa un mensaje envenenado. Eran los tiempos en que el equipo gijonés le plantaba cara al Madrid y tenía en sus filas jugadores internacionales. Carrillo admiró a los niños españoles e hijos de españolas que crecieron en el exilio soviético y fueron grandes figuras. Uno de ellos, Agustín Gómez, ingeniero y futbolista del Torpedo de Moscú, debutó con la URSS en un partido que tuvo que marcar a Ladislao Kubala que jugaba con Checoslovaquia. Santiago Carrillo, en sus memorias, recordó que su primera polémica con Fernando Claudín se debió a que criticó una exposición hecha por Agustín Gómez sobre la situación en Euskadi. Según Carrillo, a Claudín no le gustó que criticase a uno de sus «ahijados políticos». Gómez vino a Madrid para jugar en el Atlético, pero apenas lo hizo. En realidad vino como enviado del PCE. Cuando Carrillo regresó se ocupó de prepararle la casa a Carmen Sánchez Biedma, esposa de Gómez. Ruperto Sagasti, vasco, jugó en el Dinamo de Kiev y Spartak de Moscú. Fue, hasta su jubilación, profesor de Educación Física del Instituto Central de Cultura Física de la Universidad de Moscú. Otro de los jugadores que triunfó en el fútbol soviético fue Nemesio Pozuelo que perteneció al Torpedo de Moscú y fue compañero de Agustín Gómez. Jugador internacional con la URSS, fue Juan Usatorre, hijo del teniente coronel del Ejército de la República y de la atleta catalana Maruja Cánovas, una de las pioneras de este deporte y una de las figuras del Club Femení D´Sports. Usatorre figuraba en las alineaciones como Iván. Vino a morir a España. Era maestro en Deporte y profesor de Educación Física, títulos expedidos en Moscú y que intentó que le fueren convalidados en España. Fue internacional en 1965, con Yashin, y debutó contra Brasil en el estadio de Maracaná. Usatorre fue compañero en la URSS de algunos de los jugadores que disputaron a España la final de la Copa de Europa de 1964, como Voronin y Chesterniev.

Varios niños españoles que fueron llevados a la Unión Soviética se convirtieron en grandes figuras del deporte. También hubo hijos de aquellas niñas que no retornaron. Entre éstos fue especialmente héroe de la Urss Valeri Jarmálov, que fue allí tan famoso como Pelé. Era jugador de hockey sobre hielo. Se llegó a considerar el mejor jugador del mundo. Su madre, Begoña, pudo presumir de tener un hijo como Valeri, aunque no del marido, Boris, borrachín empedernido. El músico Shostakovich dijo de Jarmalov: «¡Qué talento más asombroso, que conjunción de la idea y del movimiento, qué brillante de joyería entre brillantes de cristalero!» Fue campeón olímpico en Sapporo (1972) e Innsbruck (1976) y subcampeón en 1980 en Lake Placid. Carrillo siempre creyó en que el deporte es parte de la formación integral del individuo. Mientras él aplaudió el deporte, incluso el fútbol, sus correligionarios españoles tuvieron que esperar a 1964, con la final España-URSS de la Eurocopa para ver que también en la Unión Soviética se aplaudía el fútbol.