Un conjunto rodado, con intensidad, oficio y eficacia como el Mallorca, armado a partir de los restos de una intervención concursal, se le hace un mundo a este Valencia, a medio construir, debilitado por las lesiones y muy tocado de confianza. Las distracciones defensivas condenaron ayer al equipo de Mauricio Pellegrino, que luego no mostró la profundidad de juego necesaria para creer que le podía remontar al conjunto revelación del arranque de campeonato. El Valencia se vació de forma estéril. Una posesión inservible del 70 %, los abnegados intentos individuales de Jonathan Viera, el mejor de los blanquinegros, o los disparos desde la frontal de Tino Costa son un argumento muy limitado al que agarrarse y ser optimista.

En la transición del Valencia de Emery al que quiere imponer el «Flaco» comienza a imponerse una realidad, la clasificatoria, y la sospecha de que el equipo tardará, con estas prestaciones y con tan poca fe, en llegar a su mejor versión, al no apreciarse ninguna evolución. Con 5 puntos de 15 surge un debate para el técnico: pensar en el provecho a corto plazo y sumar puntos ya, adaptándose a lo que dispone en el inmediato presente, antes que completar su pretendido cambio de estilo, todavía lejano sin las piezas necesarias.

La comprensión con la que se analizaron los partidos contra el Madrid, Barcelona o Bayern pierde fuerza cuando el Valencia sufre tanto contra Deportivo, Celta y Mallorca. Ayer se vio muy pronto en el peor de los escenarios imaginados, con la necesidad de nadar a contracorriente tras el tempranero gol local, a los siete minutos, producto de una nueva demostración de falta de contundencia defensiva. En una jugada sin mayor peligro aparente, Hemed protegió de espaldas y se quitó de encima a Rami. El israelí tocó atrás para que Víctor Casadesús chutase, fuerte y seco pero muy centrado, para sacar a relucir el único defecto de Diego Alves: su incapacidad para blocar. El balón se le escurrió al meta brasileño y se coló, manso, en la red.

Con un gol a favor, el Mallorca se refugió en sus sólidos fundamentos defensivos. El Valencia, a partir de ese momento y durante el resto del encuentro, se agarraría a la intuición de Jonathan Viera para abrir huecos en la tupida y concentrada zaga bermellona. El grancanario habilitó a Soldado en la primera gran ocasión, que se encontró con la buena anticipación de Aoaute, perfecto todo el envite. La lesión de Javi Márquez, director de juego mallorquinista, a los 20 minutos, favoreció que el Valencia se apoderara de la pelota, aunque pocas veces desbordase a su oponente.

El mayor peligro vino en jugadas de estrategia. Un córner sacado en corto y devuelto a Tino Costa acabó en un centro en rosca del argentino al centro del área. Por allí entró, con la fuerza de un toro, Nelson Valdez, cuyo remate de cabeza se estrelló en el larguero, con Aouate batido. La acción del paraguayo, la otra novedad en el «once» en detrimento de Jonas, dio ánimos al Valencia, hasta ese momento muy previsible. El Mallorca, bien replegado, sabía que iba a tener sus opciones al contragolpe, y más después de las dos tarjetas recibidas por Tino y Parejo, el dúo de mediocentros.

Otro error fatal

La segunda mitad se inició con intercambio de golpes, con testarazos de Viera y Nsue. Caparrós agotó muy pronto los cambios y la jugada le salió redonda, con la entrada de Arizmendi. En el primer balón que tocó este delantero trotamundos (el Mallorca es su séptimo equipo en España), el partido se quedó sin emoción ni historia. La jugada, de una sencillez primitiva, desnuda las carencias colectivas del Valencia: pelotazo largo de Aouate y Rami, como en el primer tanto, no gana el salto a Víctor Casadesús, que peina atrás, buscando a Arizmendi. El exvalencianista aprovechó su potencia y zancada para dejar atrás a Víctor Ruiz, otra vez lento, y cruzar ante la salida de Diego Alves.

Con todo en contra, Pellegrino no tuvo más remedio que arriesgar. Retiró a Parejo por Jonas y se continuó atacando, con la misma imprecisión pero con opciones de disparo. Sin embargo, no era el día y tampoco acompañaría la pizca de suerte necesaria. Los intentos del Tino desde media distancia rebotaron en Aouate o en el cuerpo de Conceiçao. El central quedó aturdido con dos «tinazos», que paró con el rostro y el pecho, en un riguroso libre directo por cesión y el enésimo chut desde la frontal. Fueron las ocasiones más claras que le iban a quedar al Valencia, que continuó intentándolo hasta el final. Más que para tratar de reducir distancias o remontar el partido, el Valencia en los últimos minutos luchaba contra la precoz depresión en la que se ha sumergido, y que avanza paralela a la que afecta en el plano institucional a la entidad.