Cuatro partidos después, Diego Alves recuperó la titularidad. Pellegrino, en esta ocasión, no tuvo que elegir. Las circunstancias le obligaron a ello. Vicente Guaita, con una gastroenteritis, pasó la noche con vómitos y mareos y en el estadio del Dínamo estuvo en el banquillo. El técnico, aún no estando bien el valenciano, prefirió tenerlo como reserva a confiar la suplencia a Felipe Ramos, el tercer portero. Una cuestión de confianza porque Guaita, tapado hasta la coronilla, llegó a tiritar de lo mal que lo pasó viendo el partido junto al resto de suplentes. Alves, por su parte, volvió a sentir la adrenalina de situarse bajo palos. El brasileño, aunque trata de poner buena cara, no acepta su rol de suplente y cada partido es para él un de?safío. Un reto en el que trata de reivindicar su caché. Anoche, con la reaparición de Ricardo Costa -jugó por el dubitativo Víctor Ruiz-, la defensa recuperó la solidez y Alves se sintió cómodo. El trivote utilizado, también colaboró en ello. En la primera parte sólo Rodionov lo puso en tres ocasiones a prueba, y el brasileño atrapó y despejó el balón para mantener intacta la portería.

Con un gesto de rabia en el que descargó la tensión, y la rabia, acumulada, Alves celebró los goles de Roberto Soldado. El capitán, desinhibido de la presión que le atenazaba en las últimas semanas, ha recuperado su"feeling" con el gol. Primero marcó de penalti y luego, a la contra, aprovechó un pase de Guardado para marcar el segundo y, al rematar un pase de Tino Costa, sentenciar y colocar al Valencia líder de grupo. Y, a nivel personal, convertirse en el primer español que logra dos tripletes en Liga de Campeones. Y es que el equipo, que por fin ganó lejos de Mestalla, sí tuvo predisposición y demostró que no sólo ha escuchado los valores que Pellegrino quiere inculcar la grupo, sino que ya trata de asumirlos.