El Valencia dio ayer un duro golpe sobre la mesa en la fría noche bielorrusa. En 90 minutos, demostró los valores que todo el mundo andaba esperando, especialmente su entrenador, Mauricio Pellegrino. En un magisterio de fútbol colectivo, de equilibrio defensivo y de carácter, el brillante triunfo ante el BATE Borisov también llegó acompañado de la la mejor redención posible para Roberto Soldado . Con un triplete de goles, el delantero confirma su regreso a la primera linea de fuego. Completó un partido perfecto, en la linea general del equipo. La victoria tiene un gran efecto psicológico y estructural para el Valencia, que pasa a liderar el grupo de la Champions tras su despegue liguero ante el Athletic.

El Valencia se sintió muy cómodo en el primer tiempo, sin ninguna evidencia de la temida inadaptación al césped rápido del estadio bielorruso. Las premisas de Pellegrino quedaron reflejadas en la pizarra, con un centro del campo más consistente. Allí juntó a tres mediocentros: Albelda, Gago y, un poco más adelantado, Tino Costa, que jugó en la posición del 10. En contra de Jonas, el argentino ofrece otras posibilidades. La táctica dio un excelente resultado. El Valencia se apropió de la pelota, dominó los espacios y se mostró como un equipo sólido. Todas eran buenas noticias, especialmente la última. Si algo reclama el entorno del equipo en estos tiempos de dudas es el equilibrio defensivo. La consistencia, un valor de obligado cumplimiento en la Liga de Campeones.

Enfrente, el Valencia se encontró al rival esperado. El BATE Borisov, revelación del grupo, no está técnicamente a la altura de la aristocracia europea. Reúne a un grupo de futbolistas limitados, en su mayoría, en el manejo de la pelota, carencia que compensa con un sensato concepto del juego colectivo. Es un equipo bien construido desde la defensa, tácticamente muy aplicado y con rematadores de altura. Con esos valores fue capaz de superar al poderoso Bayern de Munich hace unas semanas y entusiasmar a su afición con la idea de clasificarse para los octavos de final. Ya no piensan lo mismo.

Con la posesión garantizada y el aire señorial de un equipo con más galones europeos, el Valencia se acercó más al gol. Le faltó más contundencia en el remate para definir su victoria en la primera media hora. Se plantó con cierta frecuencia en el área del BATE, parapetado en busca de un contragolpe que le situara en el partido. Soldado se encontró con el portero en una acción de tiralíneas, un reflejo de la fluidez con la que el Valencia accedía a la portería contraria. Hasta Cissokho aparecía con soltura en el campo contrario par ofrecer la pelota a sus compañeros. La segunda ocasión fue para Guardado, muy activo en la banda izquierda. El mejicano, cada vez más cerca del futbolista que Mestalla anda esperando, chutó muy flojo en otra demostración de la acertada gestión del partido por parte del Valencia. Controló el juego, pero careció de la pegada necesaria para situarse con ventaja en el marcador.

Sin arte, pero con mucho trabajo de andamio, el BATE apareció en el partido a la media hora. Cualquiera diría que hubiese resultado injusto un gol del equipo bielorruso. Pero esto es Europa. No hay excusa que valga. Con un fútbol vertical, el conjunto bielorruso ganó metros y encumbró, repentinamente, la figura de Diego Alves, de suplente a titular en un día por la gastroenteritis de Guaita. Rodionov, el mejor futbolista local, sembró por un instante el terror en el área del Valencia. Alves salvó un remate del delantero con el pie, justo después de aparecer en escena para sacarse de encima un balón de Pavlov. Afortunadamente, fue una ofensiva puntual. La respuesta del Valencia fue inmediata. La mejor posible en un escenario semejante. Y en el momento justo. El árbitro señaló penalti por un inocente agarrón de Simic sobre Soldado, que el mismo delantero convirtió en gol sin ningún signo de temblor en las piernas. Soldado recuperó la confianza el sábado ante el Athletic.

Con ventaja en el marcador, el Valencia afrontó la segunda parte con el talante de un equipo grande. Pellegrino eligió ataque y no defensa. Buscar el segundo gol en vez de amurallar el área. Se trataba, pensó el argentino, de aguantar la esperada reacción local y rearmarse rápidamente para rematar el partido. Con un físico imponente, el BATE abrió el campo y encontró más vías para entrar en campo contrario tras el descanso. Su entrenador, Viktor Goncharenko, movió el banquillo rápidamente. Dio entrada a otro elemento ofensivo, Sivakov, para facilitar las llegadas por el medio. Era la respuesta esperada. Sólo pasó apuros una vez el Valencia y, como en la jugada que cerró el primer tiempo, replicó con una acción decisiva. El balón llegó a los pies de Guardado, levantó la cabeza y lo envió friamente a la figura de Soldado. El delantero enganchó la pelota con la derecha y con una volea perfecta colocó el balón en la portería.

El segundo gol tuvo un efecto determinante. El Valencia se sintió dueño absoluto del encuentro, con un perfecto manejo de los elementos. A partir de entonces, gobernó el partido sin ninguna discusión. En plan jerarca, como en las grandes noches europeas del Valencia. Con todos sus futbolistas empujando hacia adelante en busca de la figura de su delantero. Fue el desenlace perfecto. Soldado cerró el partido con el tercer gol, esta vez con la estrecha colaboración del Tino Costa. Aún hubo ocasiones para que llegara el cuarto en una noche para el recuerdo. El Valencia está cerca de los octavos de final.