Internacional e imparable

¿Y por qué no 20.000?

Hasta hace cuatro días, el Maratón de Valencia era una carrera más. Durante muchos años ha intentado buscar su lugar en el orbe atlético. En los dos últimos años ha sufrido una metamorfosis que no sólo la ha convertido en acontecimiento de primer orden, sino que, ahora mismo, no se le ven límites a corto plazo.

Moisés Domínguez, Valencia

Llegada la edición de 2009, dio la sensación de que el Maratón de Valencia tocaba fondo: la participación fue menor que en la edición anterior.

A partir de ahí sólo quedaba una alternativa: darle una vuelta completa al calcetín. Coincidió en el tiempo con la deriva de los grandes eventos multimillonarios. La política municipal posó los ojos en los eventos participativos, al abrigo del imparable crecimiento del fenómeno de la carrera a pie. Ya la edición de 2010 dio un primer salto: se llegó a los tres mil participantes y David Njagy hizo trizas el récord de la prueba.

Luego vendría lo que todo el mundo recuerda: se tomó la drástica, traumática y arriesgada decisión de trasladar la prueba al mes de noviembre y cambiar el escenario, abandonando la Alameda para ir a acabar no ya en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, sino en una pasarela sobre el estanque del Museo Príncipe Felipe.

El resultado cuantitativo y cualitativo ha permitido que la edición que está a punto de empezar haya supuesto un nuevo empujón y que, para el próximo domingo, sean unos nueve mil los atletas que estén en la salida.

Hasta ahí, lo conocido. Y luego, ¿qué? El presidente de la Sociedad Deportiva Correcaminos, Francisco Borao, es tajante «y no soy persona que guste de fantasear». Y su cálculo es que «si todo sigue una progresión lógica, en cuatro o cinco años podemos estar entre los quince o veinte mil corredores».

¿Como? Atendiendo sobre todo al efecto llamada. «Si miramos las cifras, nos encontramos que el crecimiento de atletas locales es escaso. Sin embargo, los extranjeros se han triplicado, pasando de 770 a 1920. ¿Qué significa esto? Que nuestros mejores agentes comerciales son los que vinieron, que les gustó todo: la ciudad, las amenidades, la carrera, la salida, la meta sobre el agua... lo contaron y se han apuntado más. Esa progresión tiene mucho margen de mejora».

Pero no se crean que todo es tan fácil. Esto obligaría a una readecuación de la logística a todos los efectos. Desde el primer avituallamiento a la guardarropía. Pero, sobre todo, hay que pensar que el trazado es como un cauce que puede desbordarse. «Yo calculo que puede doblar los que corren ahora. Entre quince y dieciocho mil personas». El tramo más complicado es, cosas de la ciudad, uno de los más bonitos para el corredor: la calle San Vicente, que se estrecha peligrosamente. Desprenderse del paso por el centro de la ciudad sería una pena. Lo menos malo, que hay alternativas de sobra. No hay más que echar un vistazo a la nueva traza urbana, llena de avenidas y rondas.

Las tarjetas postales son el otro elemento importante, porque el atleta, aún en pleno esfuerzo, gusta de ver cosas más bonitas que, por ejemplo, el Bulevar Sur „posiblemente, el tramo más feo del actual recorrido„. La espectacular salida desde el puente y la originalísima llegada son un atractivo enorme. Por no hablar de la comida popular tumbados en el césped. Si hay agua en todos los puestos, mejor. Y la música, la animación. Y que no se levante el viento. Y que no llueva.

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