Aplausos sin convicción

En el primer partido en casa después de la controvertida Junta de Accionistas la atención estaba en el terreno de juego pero también en la grada, concretamente en el palco. Esto fue así, al menos, hasta que Viera, al que Pellegrino le dio la titularidad ante la sorpresa general, aprovechó la primera ocasión que le llegó para avanzar a su equipo en el marcador. Antes, Soldado y Jonas habían puesto el susto en el cuerpo de los espanyolistas, aunque sin demasiada fortuna. Como es habitual esta temporada, la batuta de los cánticos y los ánimos la llevaba desde el minuto inicial la Curva Nord. Los integrantes de la recién creada penya habían amenazado con no asistir a este partido como medida de protesta para las, según ellos, medidas de seguridad y de registro demasiado exhaustivas a que les estaban sometiendo los integrantes de la seguridad privada del club. No obstante, las conversaciones y acercamiento de posturas entre dirigentes del Valencia y de la penya parece que han suavizado la situación. Ayer, por tanto, animaron con total normalidad y cánticos como «que bote Mestalla» entre otros, se extendieron por toda la grada en determinados momentos.

Ir a Mestalla esta temporada es sinónimo de victoria y eso se nota sea quien sea el rival y haga el tiempo que haga. Ayer, aún no siendo el sábado a las seis de la tarde el mejor horario posible, se vivió un buen ambiente y había colas en taquillas incluso a falta de cinco minutos para el inicio del encuentro. Aunque también es verdad que no pocos de ellos andaba comprando ya las entradas para el verdadero reto de estos días como es el recibimiento el martes de todo un Bayern de Múnich. La final de la Liga de Campeones que los alemanes arrebataron a aquel Valencia de inicios de siglo todavía pesa, y mucho, no solo en la grada sino en el seno de la entidad. No hay que olvidar que, sin ir más lejos, Pellegrino fue protagonista al fallar el último penalti de la desafortunada tanda.

A pesar de todo, el rival de ayer, salvando las distancias, no estaba falto de peligro y había que centrarse mucho para derrotarle, y sino que se lo pregunten a Barragán, Rami y Tino Costa cuyo desajuste propició el tanto del empate de Longo tras la internada de Verdú. El encuentro vivió un bajón a partir de entonces y con él llegó también el de la grada. La reacción, curiosamente, se dejó ver con algunas amarillas algo extrañas del árbitro a jugadores del Valencia como Soldado o Víctor Ruiz, a las que había que añadir las anteriores a Soldado y Albelda, por ninguna en el Espanyol.

El Valencia se fue al descanso, por tanto, con un empate que no entraba en sus planes y con muchos jugadores lastrados en cuanto a la intensidad para poder entrar en cada jugada a por todas y el árbitro, Del Cerro Grande entraba al túnel entre algunos pitos.

Estos silbidos continuaron en la segunda parte aunque ahora, de forma merecida, sus destinatarios no eran otros que los jugadores del Valencia que se veían superados, sobre todo en el centro del campo y en defensa, por un Espanyol liderado por un Verdú tan habilidoso como listo a la hora de adelantarse a las jugadas. El árbitro seguía con su facilidad para sacar amarillas ante la indignación general, aunque ya se las iba mostrando también al rival.

Ni las entradas de Bernat y Banega mejoraron las constantes vitales de un Valencia que parecía más la versión foránea que la que suele mostrar en su feudo. Y ello explica que el estadio casi enloqueciera de placer cuando entró Valdez en los instantes finales. El paraguayo se veía como la gran esperanza. Al final la solución llegó de las botas de Soldado que no vaciló al tirar un penalti, por cierto, bastante riguroso de Moreno que además fue expulsado por protestar junto con Sergio García. Mestalla acabó gritando «Roberto Soldado» y con aplausos en un partido donde se sufrió mucho más de lo debido.