De penalti muy dudoso en el último minuto. Así, cumpliendo con el tópico, solventó un Valencia tan espeso como afortunado su partido de ayer en Mestalla, contra un Espanyol en galopante crisis pero que, sobre el césped, no fue nunca inferior al conjunto de Mauricio Pellegrino. Con el empate cantado, Del Cerro Grande completaba su pésimo arbitraje decretando una pena máxima inexistente por manos de Moreno, y precedida por una más que probable falta de Banega sobre Forlín. A pesar del juego tan deslucido, los tres puntos son importantísimos y acercan al equipo blanquinegro a Europa. Sin embargo, no se esclarecen los interrogantes de cara al próximo encuentro, contra el potente Bayern de Múnich, que no desperdiciará todas las concesiones que ayer ofreció el Valencia.

Cada encuentro en Mestalla empieza a tener un guión calcado. El buen arranque local suele venir acompañado de un tempranero gol. Con todo a favor para cerrar el encuentro, es el propio Valencia, a partir de alguna desconexión defensiva, quien se encarga de dar emoción al marcador. Antes de que llegase el tanto de Viera al cuarto de hora, el Valencia había gozado de cuatro ocasiones. Cada desplazamiento en largo de Rami o Tino Costa se transformaba en una oportunidad de peligro. Jonas y Soldado ganaban la espalda a los centrales, las segundas jugadas eran blanquinegras, Barragán apuraba siempre la línea de fondo como un extremo. Soldado encontró por dos veces el remate, pero con la mira desviada. A la debilidad defensiva del Espanyol, un conjunto que parecía muy tocado anímicamente, se añadió un toque de fortuna, el primero de la tarde. Un rebote en Jonas, cuando el Espanyol subía efectivos en el inicio de una jugada, se transformó en un precioso pase a Viera. El canario, titular por la ubicación de Guardado como lateral, definió con un sutil toque cruzado.

El Espanyol, que siempre intenta jugar, por muy negativa que sea su situación en el marcador o en la tabla, subió al ataque, hasta que aprovechó los huecos a la espalda de Barragán. Sergio García atrajo y descolgó a Rami, y al primer toque dejó solo a Verdú, que cedió a Longo. La definición del italiano, con la espinilla, fue tan poco ortodoxa que la pelota acabó dibujando una extraña vaselina que sorprendió a Alves.

El empate, lejos de arengar al Valencia, lo bloqueó. El equipo, con el riguroso criterio de Del Cerro Grande, se llenó de tarjetas. El regreso de vestuarios no mejoró el panorama. Para impaciencia de Mestalla, fue el Espanyol quien aportó más atrevimiento y llegada, con un centro envenenado de Víctor Álvarez, un remate de primeras de Sergio García, blocado abajo por Alves, y un punterazo de Wakaso. Pellegrino movió el banquillo, en busca de la pelota, en poder del rival, y de algo de profundidad y llegada, con la entrada de Banega, Bernat y Valdez.

La gama de recursos del Valencia continuó siendo pobre. Solo produjo dos remates de Jonas y Tino Costa, muy centrados, y un centro en rosca de Guardado que no alcanzó Soldado. En el último minuto, el Valencia se encontró con un penalti que no mereció, ni por el juego ni por el lance, muy dudoso. Soldado la puso en la escuadra, pero no despejó las dudas.