El Valencia es uno de los clubes más apetecibles de Europa, o al menos de eso están muy seguros tanto la Generalitat Valenciana como el propio consejo de administración del Valencia. La marca «Valencia CF», con un prestigio internacional innegable pese a la delicada situación económica de la entidad, y el potencial de su patrimonio son los grandes pilares de esta afirmación. Como evidente contrapeso aparece la millonaria deuda del club: 370 millones, a lo que hay sumar los cerca de 150 millones que faltan por invertir para terminar las obras del Nuevo estadio, paradójicamente el motor que ha de retroalimentar la economía del Valencia en un futuro. De lo que todos están seguros es de que la negociación de la venta del club se presenta como una compleja maniobra. Hay muchos frentes que atender, por lo que el traspaso de la entidad, con todo lo que conlleva, sólo se contempla como una solución global. Sólo podría comprar el Valencia alguien que llegara con un plan de financiación para atender todos los asuntos que están por definir. A saber: La deuda (81 millones) del Consell-Fundación con Bankia, el débito del Valencia con el banco (220 millones), la venta del suelo de Mestalla, la futura recalificación de la Ciudad Deportiva de Paterna, el traslado a medio o largo plazo de sus instalaciones de entrenamiento a Porxinos y la financiación de las obras del nuevo estadio.

La Generalitat Valenciana, propietaria del Valencia a través de la Fundación —sigue con el control del 72 por ciento del club después de que el Consell pagara 4,86 millones de euros de intereses del préstamo con Bankia— negó, en palabras de su vicepresidente, José Císcar el pasado viernes, que esté gestionando la venta del club. El gobierno autonómico rechazaba, de esta forma, su intención inicial de contratar a una empresa immobiliaria de renombre internacional para sondear el mercado en busca de un inversor. «El Valencia se vende solo porque es suficientemente atractivo», vino a decir Císcar. El portavoz de la administración aseguró que han aparecido interesados por el club, pero negó que exista alguna oferta concreta.

Cualquier inversor que se interese por la compra del Valencia, exigirá, como es lógico, una auditoría de sus cuentas para conocer el estado de sus complicados números. Aunque aparecerán muchas cifras en el apartado de «pasivos», el interesado podrá comprobar el alto valor patrimonial del tercer club más laureado de España. Unos activos que hoy aparecen bloqueados, en estado de congelación por la crisis, pero con una estimación muy alta en los mercados una vez reflote la economía. Así opinan los expertos.

Tanto el viejo estadio de Mestalla como el nuevo recinto que se levanta sobre la Avenida de Les Corts Valencianes deberían reportarle muchos millones de euros al Valencia en un futuro, a poco que la situación comience a mejorar con el paso del tiempo. Las parcelas de Mestalla, ignoradas actualmente por Bankia, tienen un valor hoy indefinido, pero no lejos de los 225 millones, según la última tasación, a cargo de la sociedad Newcoval —la filial inmobiliaria de Bankia rechazó finalmente la operación—. La Actuación Territorial Estratégica (ATE) realizada el pasado verano, pendiente de ser admitida por el Consell, le permitió ganar edificabilidad, hasta los 132.000 metros cuadrados.

En la parte oeste de la ciudad, el Valencia tiene otra mina de oro, a la que sacarle mucho jugo. El club ha invertido ya 140 millones en el nuevo estadio. El uso terciario del recinto que está a medio construir es un maná para el Valencia una vez concluyan las obras. La ATE del pasado mes de agosto redujo los metros de edificabilidad, pero le permitió ganar en calidad del suelo, destinado a levantar un «parque temático» valencianista con museos, restaurantes y tiendas, que deberían estar a la altura del estadio «cinco estrellas» que en su día proyectó el arquitecto Mark Fenwick. El pasado día 25 se cumplieron cuatro años de la paralización de las obras por falta de dinero, pero el Nuevo Mestalla es el clavo al que se agarra el Valencia, y la Generalitat en calidad de «propietario», a través de la Fundación, para darle viabilidad económica al club en unos años. Aquel que decidiera comprar el club, por tanto, debería garantizar la inversión de 150 millones en la mole de la Avenida de Les Corts para asegurar la energía que deberá mover a la sociedad valencianista en unos años.

Hay muchos otros datos que presentar a un posible inversor, entre ellos todas las cargas que existen sobre el patrimonio del club, pignorado en un alto porcentaje por los bancos —hasta parte de los derechos de televisión e ingresos por ventas de futbolistas están «hipotecados»—. Pero también quedan otros alicientes que ofrecer: La recalificación de la Ciudad Deportiva de Paterna, siempre que haga frente a los 333.900 euros que exige el Ayuntamiento de Paterna, antes del 26 de marzo.

El principal temor es si el club acabará cayendo en manos poco fiables. Precedentes como el del Racing de Santander, controlado por el Gobierno de Cantabria, y que acabó en manos del indio Ali Syed, que acabó dejando en la estacada al club cántabro, son recientes.