Nadie mejor que el hombre récord de los 100 y 200 metros, el humano más veloz sobre la tierra, Usain Bolt, para entregar la copa de los mosqueteros al indiscutible rey de la tierra batida, Rafael Nadal. Con los ojos brillantes, muy a punto de soltar una lágrima cuando escuchaba el himno español, el por ocho veces ganador en Roland Garros recogió el trofeo de manos de otra leyenda viva del deporte. No se podía imaginar una mejor estampa para inmortalizar una gesta como la que consiguió ayer el mallorquín, deportista con mayúsculas por los siglos de los siglos. Como era de esperar, se deshizo de David Ferrer en tres cómodos sets, 6/3, 6/2, 6/3, en poco más de dos horas en un partido.

A las dos horas y dieciséis minutos de partido, Nadal, como otras tantas veces, se tiró sobre la arcilla roja de la Philippe Chatrier para celebrar una victoria muy especial. Era la octava en Roland Garros, sí, — número que nadie ha alcanzado en ningún otro grande— pero sobre todo, con su victoria sobre su gran amigo David culminaba ayer prácticamente un año de dura lucha por mantenerse vivo en su deporte, un año de sufrimiento que lo ha sabido transformar en energía positiva. Han sido meses duros, con momentos de desesperación al comprobar que hacía todo lo que le mandaban los médicos pero que su rodilla no mejoraba. Y si no mejoraba no volvía. Porque si una cosa tiene clara Nadal es que con dolor no vuelve a jugar. Y, al principio, con más o menos molestias, volvió a jugar y a ganar, por supuesto, porque este chico no sabe hacer otra cosa. Lo ha hecho siete veces en los últimos cuatros meses. En Brasil, en Acapulco, en Indian Wells, en Barcelona, en Madrid, en Roma y ayer en París. Para quitarse el sombrero y lo que haga falta.

Nadal aumentó ayer su condición de deportista de leyenda de forma gigantesca. Su octavo título en París es el duodécimo grande de su carrera, con lo que iguala al norteamericano Roy Emerson en la tercera plaza de los tenistas con más títulos grandes. Pero es que además, su entorchado número 57, 42 sobre tierra, supone todo un hito en su deporte porque se convierte en el único tenista de la historia en ganar al menos un torneo de Grand Slam durante nueve años consecutivos. Sencillamente maravilloso.

Como se esperaba, Nadal tuvo muy poco rival en David Ferrer. Los precedentes entre ambos no invitaban al optimismo para el bravo tenista alicantino. Ayer encajó su vigésima derrota en veinticuatro enfrentamientos. Unos números que lo dicen todo. Tal vez por eso, Ferrer, que a sus 31 años aspiraba a ser el jugador más veterano en conquistar Roland Garros desde el ecuatoriano Andrés Gómez en 1990, salió derrotado a la pista. Y eso que plantó cara hasta la mitad del primer set. Perdió su saque en el tercer juego, pero al siguiente lo recuperó en un juego espectacular por parte de los dos protagonistas, con continuas pelotas ajustadas a las líneas. Fue un espejismo. Porque en el séptimo juego Nadal volvería a romper el servicio de su rival, lo que conseguiría una tercera vez para adjudicarse el tercer set en cuarenta minutos. Era el primer parcial que cedía Ferrer en todo el torneo.

En el segundo set, el manacorí salió disparado con tres juegos consecutivos. El segundo, el mejor de un partido discreto, de Ferrer porque exhibió toda su impotencia ante su ‘bestia negra’, y de Nadal porque apenas se vio exigido. Como si todo el trabajo lo hubiera hecho en la semifinal ante Djokovic. En ese juego Nadal desplegó toda su habilidad con una raqueta en la mano, con revés paralelos y una derecha demoledora. El ganador de doce grandes encadenó siete juegos consecutivos, desde el séptimo del primer parcial hasta el tercero del segundo. Tuvo sus opciones Ferrer en el quinto juego, cuando dispuso de cuatro pelotas de rotura. En el punto que daría el juego a Nadal, después de un peloteo larguísimo que el mallorquín cerró con un revés cruzado, el de Xàbia mostró toda su impotencia al levantar la mano derecha y como preguntándose qué más tenía que hacer para llevarse el punto.

Dos dobles faltas de Ferrer

En la siguiente manga Nadal rompió de nuevo el servicio de su rival para ponerse 5-1. Fue entonces cuando un espontáneo, con una máscara blanca cubriéndole el rostro, saltó a la pista lanzando una bengala no se sabe con qué intenciones. Lo cierto es que, por lo que pudiera pasar, un miembro de la seguridad del torneo se colocó junto a Nadal para protegerle de cualquier incidente. Cuando todo hubo pasado, el de Manacor estrechó su mano a su protector, ganándose el aplauso. Poco después Ferrer tiró el set de la peor manera, con dos dobles faltas.

El tercero y último se movió por los mismos derroteros. Nadal rompió a las primeras de cambio, Ferrer se la devolvió en el tercero y así hasta el octavo juego, en el que el número 5, desde hoy cuarto del mundo, volvió a ceder su saque con otra doble falta. El partido, con el servicio en poder de Nadal, se había acabado. Solo el campeonísimo mallorquín sabe qué pasó por su cabeza cuando vio que su derecha ganadora era inalcanzable para Ferrer. Cuando se tiró sobre la tierra y vio que un año más la central de París se rendía a sus pies, a los pies del señor de Roland Garros.

Nadal: «Si crees que no puedes mejorar, no sabes nada de la vida»

Rafael Nadal aseguró ayer, tras conquistar su duodécimo Grand Slam, que siempre se puede mejorar, aunque el récord de Roger Federer de 17 'grandes' aún está lejos.

«Si crees que no puedes mejorar no sabes nada de la vida porque se puede mejorar siempre, y en tenis también. Eso no significa que vayas a ganar más. Ganar o perder depende de diferentes factores como la mentalidad, la suerte...», comentó Nadal. «Los 17 Grand Slam están a años luz, a día de hoy», agregó el mallorquín, tercer tenista con más títulos en los cuatro grandes torneos, tras el suizo Roger Federer (17) y el estadounidense Pete Sampras (14). Subrayó que su motivación no es atesorar un récord en particular, sino «intentar mejorar en cada momento, jugar con toda la pasión que tenga, disfrutar de estos momentos y disfrutar de la competición o cuando estás en apuros y tienes que encontrar soluciones». «La motivación es amar el deporte, valorarlo y disfrutar de lo que uno hace», indicó el jugador con más partidos ganados en la historia de Roland Garros. Ante una sala de prensa que recibió entre aplausos al español y a su octava Copa de los Mosqueteros, el de Manacor dijo que tras siete meses fuera de las pistas por una lesión de rodilla, aspira a recuperar el número uno del mundo, aunque no es su principal objetivo. «A día de hoy he sido el mejor del año. Es una ventaja», pero no garantiza nada porque «tengo que sumar muchos puntos si quiero ser número uno al final de la temporada», comentó Nadal, de 27 años. Su objetivo es «seguir estando sano y poder competir», dijo. r. c. parís