El portero de pasado nazi que reconcilió a dos países
Trautmann, que ganó una final de Copa con el cuello fracturado, fallece a los 89 años en su retiro de Almenara
Por Vicent Chilet
En la tranquilidad de una casa rodeada de naranjos, cerca del mar, en Almenara, con la discreción de un vecino extranjero desconocido, ha acabado la asombrosa biografía del alemán Bert Trautmann, fallecido ayer a los 89 años y que será recordado como uno de los porteros más legendarios de la historia del fútbol. Trautmann se hizo futbolista casi por azar. Hijo de estibadores de los muelles de Bremen, el espíritu aventurero y el orgullo patriótico le llevaron a servir al ejército nazi en la Segunda Guerra Mundial como miembro del cuerpo de paracaidistas de la Luftwaffe. Luchó en Creta, escapó de una detención en la URSS, batalló en Normandía, los americanos le liberaron tras arrestarlo en Bélgica, y el final del conflicto le sorprendió en Inglaterra, donde fue recluido en el campo de prisioneros de Ashton-in-Makerfield.
Ágil y con un físico privilegiado (1,87 metros), Trautmann, que en su juventud había practicado balonmano, comenzó a jugar a fútbol en su cautiverio. Empezó como centrocampista, pero debido a unas molestias en un entrenamiento pidió probar suerte como guardameta, posición en la que destacaría de inmediato por sus prodigiosos saltos. Liberado en 1948, rechazó la idea de volver a Bremen y compaginaba el fútbol con trabajos en una granja y en una unidad de desactivación de bombas. Su rendimiento en el Helens Town, equipo de la periferia minera de Liverpool, llamó la atención de los grandes de Inglaterra y el City ganó la subasta.
Su pasado nazi le persiguió durante años. Era con diferencia el jugador más abucheado en los estadios visitantes. Poco a poco iría ganándose el afecto de los ingleses. Primero por la hinchada de Maine Road, que lo consideraba un ídolo. Luego con su portentosa actuación en la final de Copa de 1956 contra el Birmingham en Wembley, que le elevaría a la categoría de héroe. El City ganaba 3-1 a falta de un cuarto de hora cuando Trautmann chocó con violencia con Murphy, delantero rival. Bert no lo sabía, pero se había fracturado cinco vértebras y su vida corría peligro. Aún así, siguió jugando y realizó otras tres intervenciones de mérito, mareado, casi sin visión y sin poder mantener el equilibrio. Seminconsciente, el meta no recordaría el momento en el que el Duque de Edimburgo le felicitó en alemán y le avisó, no sin cierta preocupación: «Parece que usted tiene el cuello torcido».
Para muchos especialistas fue el mejor portero de la historia. Bobby Charlton, el tótem del Manchester United, aconsejaba a sus compañeros, antes de lanzar una falta o un penalti contra la potería del City defendida por Trautmann, que no mirasen a la portería: «Bert te leerá tus pensamientos». Retirado del fútbol, con tres matrimonios a sus espaldas, inició una exótica carrera de entrenador, que le llevó a dirigir a las selecciones de Camboya, Tanzania, Liberia y Pakistán, antes de su retiro en Almenara. A base de paradas, Bert que prefería el estilo de Reina al de Casillas fue uno de los personajes que más ayudó a la reconciliación entre alemanes e ingleses. Así se lo premió la Reina Isabel, que le hizo entrega en 2004 de la Orden del Imperio Británico.
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