En el Barça, la paz empieza nunca

on el Fútbol Club Barcelona se puede echar mano de un título literario y decir que su paz empieza nunca. Para los pesares barcelonistas siempre cabe la posibilidad de recurrir a la coartada del «entorno» como causa de las derrotas deportivas y las discrepancias internas. Una desgracia, el agravamiento de Tito Vilanova ha venido a calmar la tormenta que se había desatado a costa de las divergencias entre éste, Pep Guardiola y Sandro Rosell.

Inopinadamente, se abrió polémica sobre las relaciones del ex entrenador y su sucesor. Guardiola desde Alemania, ahora, ha estado a punto de verter lágrimas al conocer los problemas de quien fue su amigo y el mejor colaborador en el banquillo, durante los mejores años de la vida azulgrana. Pero ello ha ocurrido después de que el enfermo manifestara su pesar porque su íntimo, que estaba de vacaciones en Nueva York, sólo acudiera a visitarle en una ocasión al hospital.

Guardiola no ha hecho migas con Rosell al entender que ése no hizo todo lo posible para que un socio retirara la demanda contra Joan Laporta y su equipo, responsables de un déficit del que tenían obligación de enjugar de acuerdo con el aval que obliga a ello en la presentación de candidatura para las elecciones.

El socio pretende, el asunto aún no está sancionado, que se cumpla la ley. La Liga española la componen dieciséis sociedades anónimas y cuatro clubes deportivos, evidente anomalía. Se rigen por leyes distintas. Sucede que a los clubes nunca se les aplica la norma. Guardiola es muy laportista y tiene a su lado a Manel Estiarte, que es de parecidas ideas.

En el Barça no hay tiempos de calma porque el entorno siempre acude a provocar incendios. Entre los pirómanos está siempre Johan Cruyff con quien hay que contar porque de lo contrario se manifiesta en contra. No se puede calificar de chantaje tal actitud, pero los dirigentes saben que no se le puede tocar un alamar.

El Barça no ha estado fino, en mi opinión, con Abidal y David Villa. Con el primero tal vez debió tener el mismo miramiento que con Vilanova. Al asturiano lo ha humillado al venderle en remate de rebajas. Y para que nada faltara al enrarecido ambiente llegó Guardiola y se llevó a Thiago Alcántara, una de las perlas de La Masía. Seguramente, tampoco en esto anduvo el club muy listo.

Pese a todo es evidente que lo sucedido entre Pep y Tito ha sido deprimente. Es indiscutible que el primero no tenía razones para enfadarse por la prontitud con que se premió a Tito concediéndole el banquillo.

Afortunadamente, el ahora relevado ha recibido la solidaridad de todo el mundo del fútbol. Su nuevo parte médico ha sido fuerte impacto del que no se ha podido librar ningún aficionado. El fútbol siempre suele apretar filas cuando las desgracias atacan su corazón. Pasó con los accidentes aéreos de Torino y Manchester, que aún se conmemoran, y ocurrió recientemente con las muertes el sevillista Puerta y el españolista, Jarque, que están presentes en las memorias de sus aficiones cada jornada.

En el Barça, sin embargo, la paz duradera es imposible. Parece que está en sus genes.

Tracking Pixel Contents