El Instituto de Biomecánica de Valencia „IBV„, ha sido uno de los siete laboratorios acreditados de todo el mundo por la FIFA „y el único de España„ para la homologación de campos de fútbol de césped artificial. Para ello, el IBV ha conseguido pasar unas auditorías organizadas por la propia FIFA y ENAC „Entidad Nacional de Acreditación„ que pretenden asegurar que todo esté según lo estipulado para, según dijo el director de innovación en el ámbito de Deporte del IBV, Enrique Alcántara «certificar que las propiedades de dichos campos en los que se van a desarrollar competiciones oficiales internacionales son óptimas para la práctica del fútbol, tanto desde el punto de vista de la seguridad de los jugadores como de la espectacularidad en el juego». La idea pasa por conseguir un terreno de juego que tenga un comportamiento similar al del césped natural y que los campos artificiales sean homogéneos entre ellos.
Este programa distingue, además, dos calidades diferenciadas de césped artificial, dependiendo de si el uso que se le va a dar al campo es profesional „en competiciones homologadas por FIFA„ o si el terreno de juego es concebido para un uso más elevado, como es el caso de campos de fútbol municipales. Para este último caso, „denominados de una estrella„ se busca un césped más resistente, a sabiendas de que el terreno de juego sufre un mayor uso y desgaste debido a que muchos clubs, en su mayoría municipales, están compuestos por distintas categorías que juegan y entrenan en el mismo estadio.
En el caso del uso profesional, „catalogado como dos estrellas„, las exigencias son mayores, buscando acotar las diferencias entre los distintos campos para tener un producto homogéneo y, de esta forma, que el futbolista sepa a lo que atenerse cada vez que juegue en un estadio de estas características.
Según dijo Alcántara, «una vez seleccionado e instalado el pavimento de césped artificial, la homologación del campo de acuerdo con lo especificado por la FIFA pasará por evaluar las propiedades del mismo ´in situ´, analizando tanto las propiedades relacionadas con la interacción del pavimento con el jugador como con el balón». Esto se hace a través de diversas pruebas, como por ejemplo, tirando una maza con una base de tacos de 40 kg sobre el césped y haciéndola girar „como si se tratase de la pierna de un futbolista„ para poder observar si los tacos se quedan clavados al césped, pretendiendo emular una de las lesiones más características en este tipo de terrenos.
Previamente a la instalación, el producto se prueba en los laboratorios para asegurarse de que conservará las propiedades a lo largo del tiempo a través de un envejecimiento acelerado. Si el pavimento mantiene sus propiedades tras dicho envejecimiento consigue ser homologado por la FIFA.
Además, una vez instalados, dichos campos homologados pasan inspecciones cada uno o dos años, dependiendo de si son para uso profesional o elevado respectivamente, con el fin de mantener en perfecto estado los terrenos de juego artificiales. Estos avances, que permiten que los campos artificiales se puedan llegar a usar unas 20 horas frente a las tres de los naturales, se suman al ahorro que supone tener un césped artificial en comparativa con uno natural, que precisa de más agua y de un mantenimiento mayor que el sintético.