La Liga, al rescate del fútbol inglés

La Premier League se ha puesto de moda. Por delante de la Liga de las Estrellas e incluso de la Bundesliga -que acoge en su seno al todopoderoso Bayern de Múnich, flamante campeón europeo, y al Borussia Dortmund, subcampeón continental- el torneo inglés comienza a captar a grandes jugadores. En la temporada que va a comenzar, más de medio centenar de jugadores procedentes de la LFP española vestirán la camiseta de algún club inglés. Son muchos. Y además, en la mayoría de los casos, se trata de futbolistas muy buenos, de altísimo nivel.

Aparte de pagar excelentemente, porque sus entidades son un modelo de gestión y están saneadas, el fútbol británico siempre ha ejercido un atractivo muy especial para los jugadores y ha subyugado históricamente a los aficionados. Sin duda, su organización y planificación, la autenticidad, la generosidad y entrega con las que se dirimen los partidos, la pasión y el ambiente que se vive en las gradas, el envoltorio, en definitiva, con el que nos lo presentan, oculta la mediocridad del juego desarrollado, muy primitivo en la mayoría de los casos y a años luz del que se practica en España. El buen juego queda relegada a un segundo plano. Lo que cuenta es la espectacularidad del producto, enormemente atractivo para el seguidor, sobre todo el de televisión. En efecto: los partidos ingleses son como un nigth-show de primer nivel, gracias a una cuidada realización y a una excelente producción. En cambio, la Liga española ha caído en los últimos años en una pobreza de medios televisivos, tanto humanos como técnicos, que raya en la vulgaridad. La crisis pasa factura y obliga a las productoras a apretarse el cinturón, de manera que donde antes se utilizaban una docena de cámaras, ahora apenas hay seis y los buenos profesionales han sido sustituidos por operadores y realizadores mediocres, a mitad de precio.

A ese fútbol inglés de patapum p'arriba, que tanto le gusta a Javier Clemente, le vale con el envoltorio y la etiqueta de made in England para ser exportado. En cambio, el estilo impuesto por el Barça y La Roja, con su juego de elaboración, toque y triangulación, tan del agrado de Alfredo di Stéfano -"bajen el balón al pasto" pedía a sus jugadores- carece del marchamo que lleva en la piel el fútbol británico, aunque su calidad sea menor. Ahora que España ha abandonado por fin la furia y el "a mí el pelotón, que los arrollo", ahora va y resulta que no acierta con el marketing.

En cambio, los ingleses han sido capaces de embaucar a medio mundo con un jugador que no tiene ni idea de fútbol. Se llama David Beckham, y sólo sirve para envíar bananas al meollo del área. Y allá se las compongan los demás. Nunca hizo otra cosa. Pero fuera del campo luce impecable en escaparates y pasarelas. Todo lo que tocan él, su parienta, Victoria, y los churumbeles de ambos, lo convierten en oro. Beckham y el fútbol inglés, saben vender. A ver si con la avalancha que les llega de futbolistas -y técnicos- procedentes de la Liga española, se enmiendan y también aprenden a jugar.

Tracking Pixel Contents