Ignacio Eizaguirre, fallecido en San Sebastián a los 92 años, deja para el recuerdo veinte años en las porterías de la selección española, Real Sociedad, Valencia y Osasuna, donde ofreció grandes actuaciones y una imagen elegante y plástica, que iluminó los tiempos oscuros de la postguerra.

Cuando la estética estaba todavía muy lejos de llegar al fútbol profesional y los uniformes de los porteros apenas ofrecían más color que el negro más convencional, Ignacio Eizaguirre agregó siempre a sus paradas una indumentaria impecable y vistosa.

Durante las décadas de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, Eizaguirre fue titular habitual en los equipos en los que jugó y se convirtió en uno de los protagonistas del Mundial de 1950, que se disputó en Brasil y que fue el mejor del equipo español hasta el del título logrado en Sudáfrica en 2010.

Surgido de varios equipos de su San Sebastián natal, llegó al Valencia procedente de la Real en 1941, tras haber aparecido en las alineaciones del equipo donostiarra tras la Guerra Civil.

Desde bien se convirtió en el club de Mestalla en un referente para cualquier joven aspirante a portero, tanto por sus paradas, como por esa imagen que los fotógrafos de la época se dedicaron a prodigar.

En el momento de su llegada a Valencia, tenía 19 años y rechazó ofertas del Real Madrid y el Barcelona porque, según explicó hace años el propio Eizaguirre, su padre, Agustín Eizaguirre, que también había sido portero, se había comprometido con el club de Mestalla.

El acuerdo entre la Real Sociedad y el Valencia supuso un desembolso de 60.000 pesetas (alrededor de cuatrocientos euros) para el club valenciano, en el que durante nueve campañas apenas dio opciones de titularidad a otros porteros hasta su etapa final en la entidad.

En Valencia coincidió hasta 1950 con una de las mejores épocas de la historia del club, en la que convivió con grandes jugadores, alguno de los cuales a pesar de ser más jóvenes que él, se marcharon mucho antes, tal y como ocurrió en el pasado mes de mayo con Antonio Puchades, compañero suyo en el Valencia y en la selección.

Actualmente era el único superviviente de aquel equipo que compartió, entre otros, con Álvaro, Juan Ramón, Pasieguito, Igoa, Lelé, Iturraspe o los integrantes de la "delantera eléctrica" formada por Epi, Amadeo, Mundo, Asensi y Gorostiza, muchos de ellos vascos, como él.

"Es verdad que éramos un equipo bronco y copero -insistió siempre Eizaguirre-, ya que quitando a dos o tres jugadores de mucha clase como Epi o Amadeo, el resto eran jabatos, luchadores. Todo eso sin hablar de los que llegaron más tarde: Puchades se comía el campo".

Tres títulos de Liga, uno de Copa y dos trofeos como portero menos goleado del fútbol español marcaron la trayectoria de Eizaguirre en Valencia, donde destacó por su salidas, sus reflejos, su corpulencia y su espectacularidad.

En ese club ha sido considerado el mejor portero de la historia por sus características y por las nueve temporadas que estuvo en la entidad, consideración que empezó a compartir con Santiago Cañizares, el único que ha tenido una trayectoria similar a la de Eizaguirre, aunque ya en los primeros años del siglo XXI.

Cerrada su etapa en el Valencia tras el Mundial de 1950, regresó a San Sebastián para jugar seis años en la Real Sociedad, antes de concluir su carrera en Pamplona, ya que jugó en Osasuna a buen nivel hasta 1960, por lo que se retiró casi con 40 años.

Tras dejar el fútbol en activo, permaneció en San Sebastián, pero sus visitas a Valencia eran frecuentes, ya que tenía grandes amigos, muchos de ellos ex compañeros de equipo, pero también fuera del ámbito futbolístico. Estos viajes a Valencia se prodigaron hasta hace pocos años.