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Zubizarreta fue un futbolista sobrio. Un calificativo poco laudatorio para un portero, pues los mejores tienden a estrafalarios. Nadie recuerda que parará un penalti, o una palomita suya de ensueño. Genio y figura, sigue igual en su etapa como director deportivo. Primero en el Athletic y ahora en el Barcelona, aunque antes también lo intentó en el Valencia, camiseta con la que se retiró hace quince años tras cuatro temporadas en Mestalla, donde llegó cuando Cruyff lo despidió después de encajar cuatro goles del Milan, en aquella final de Liga de Campeones en Atenas, donde el barcelonismo le culpó del desastre olímpico.

conocida enemistad con Cruyff lo ha llevado hasta el mejor puesto ejecutivo al que aspira cualquier técnico, "fichador" del Barcelona. Rosell, detractor converso del mito holandés se propuso limpiar el club de "cruyfistas", los eternos aliados de Joan Laporta, su enemigo intimo. Pep Guardiola y Txiki Begiristain, su antecesor, salieron con dirección al Bayern y al Manchester City, mientras algunos vaticinan el principio del fin de la etapa dorada azulgrana.

A Zubizarreta se le ha escapado este verano Villa, harto de su papel secundario y Thiago, que se fue con Guardiola, aunque el auténtico problema es Víctor Valdés. El guardameta catalán mantiene que se irá del Barcelona este verano, cuando todo apunta que será el titular de la selección que defienda el título de campeona del mundo en Brasil. Del Bosque lo tiene claro, pues la suplencia de Casillas en el Madrid, confirmada ayer mismo por Ancelotti, le pasará también factura en la Roja. Podría darse el caso que el mejor portero del mundo se fuera gratis del club que lo ha visto crecer. Un portazo que puede hundir a cualquier ejecutivo, pero a Sandro Rosell al que más.

Valdés está enfadado con Zubizarreta porque se negó a fichar el verano pasado a José Manuel Ochotorena, precisamente el entrenador de porteros de la selección y del Valencia. Desde entonces no se hablan. Sólo la salida de la mano derecha de Rosell en temas deportivos pueden hacer cambiar de opinión a Valdés. Pero los antecedentes del caso Tito Vilanova demuestran que el presidente azulgrana no es de reflejo rápido. El Barcelona ha intentado colocar a su arquero ahora, pero ha sido imposible. Valdés no se deja, lo que indica su grado de enfado con la directiva culé.

Amago de dimisión

A principios de junio, Zubizarreta presentó su dimisión porque el club reclamó la marcha de sus colaboradores en la dirección deportiva. Una forma habitual de Rosell para abrir la puerta en Can Barça. El presidente reculó y Zubizarreta se quedó, pero su contrato termina el mismo día que el de Valdés, 30 de junio de 2014.

Si encima la temporada del Tata Martino, la apuesta exprés del exportero, deja alguna duda, todas las miradas irán hacía él. Pase lo que pase, la influencia de Zubizarreta cotiza a la baja, aunque los resultados y Cruyff marcarán su futuro.

Cruyff ha pasado al contraataque. El holandés aprovechó el sorteo de la la Liga de Campeones de esta semana para asegurar que la actual junta directiva del Barcelona no ha pagado el dinero acordado con su fundación, que recibió un donativo de un millón de euros por parte de la UEFA. "El Barça de Rosell me debe dinero. No ha pagado lo que nos debe del convenio con mi Fundación. Son 100.000 euros al año. Laporta cumplía el contrato, pero la actual junta todavía no ha pagado. He hablado con Sandro. En Inglaterra trabajamos con otros equipos y tengo que decir que el comportamiento del Barça es bastante pobre". Palabra de Cruyff.

Zubizarreta se comportó como un gran profesional en Valencia. Sus compañeros y la directiva respetaron su veteranía, e hizo amistad con Manuel Llorente, entonces director general en Mestalla. Tras su retirada, se dejó ver por Kailuze, su segunda casa en la ciudad, pero desde la muerte de su amigo Álvaro Oyarbide, viene poco.