Más de tres semanas después de amenazar públicamente con una posible salida del Valencia en caso de no ser alineado, Jeremy Mathieu consiguió ayer su propósito: Jugar, de nuevo, de titular en la posición de central. La aparición del francés en el equipo ha sido paulatina desde aquellas inexplicables declaraciones, vertidas días después de la disputa de la primera jornada de Liga, que no jugó por estar sancionado. En los dos encuentros siguientes jugó de lateral, hasta que ayer Djukic le concedió su deseo. Pues bien, el defensa no olvidará el día de su regreso a la posición en la que triunfó la pasada temporada gracias al ojo de Ernesto Valverde. Mathieu, y la labor colectiva defensiva del Valencia, fue ayer un auténtico desastre en el Benito Villamarín. Una ruina.

Los cambios realizados por Djukic, casi todos con el objetivo de blindar mejor la portería de Diego Alves y de darle más sentido a la salida del balón, resultaron ser un fracaso. Mathieu y Ricardo Costa y por supuesto el portero fueron las principales víctimas del caos general con el que el Valencia vivió el partido, tanto en las bandas como en el centro del campo. La labor de contención fue calamitosa. Un cataclismo absoluto en la primera parte, con una evidente falta de sintonía entre todos los elementos. Tanta indolencia general se retrató en las pérdidas de balón, en la imprecisión en los pases, en la apatía general para jugar en equipo, en la ausencia de un futbolista referente David Albelda ejercía ese rol hasta ahora que pegara cuatro gritos para reestablecer el orden. Nadie.

Diego Alves se desgañitó en la primera parte gritando a los defensas. Por arriba y por abajo, el balón llegó a su radio de acción con excesiva facilidad.Joao Pereira fue el primero en regalar la pelota a un futbolista rival en la acción del primer gol. Vadillo, por la izquierda; Juanfran, por la derecha y Salva Sevilla y Molina, por el centro, encontraron una alfombra roja para llegar a la portería del Valencia. Sevilla se puso las botas, con dos de los tres goles con los que el Betis despachó al Valencia en la primera parte.

Hasta ahora, Djukic ha transmitido de todo menos la firmeza que prometía a su regreso a Mestalla, ahora como entrenador. No hay síntomas de solidez. No es un equipo con identidad. El serbio realizó ayer cinco cambios, del centro del campo hacia abajo, y la respuesta fue negativa. Defensivamente, el conjunto ayer de naranja es un grupo descompuesto. El equipo repitió la lamentable actitud mostrada ante el Espanyol y en la primera parte ante el Barcelona, en la que Messi encontró una autopista para acceder hacia Diego Alves. Pese a sus felinas paradas, el brasileño ha recibido nueve goles en tres partidos. Y ha sido uno de los mejores desde el inicio de la temporada. Paradoja.

Que el Betis no creara tanto peligro tras el descanso no fue un mérito del Valencia. Con 3-0, el conjunto verdiblanco aflojó el ritmo y le tocó al grupo de Djukic tomar la iniciativa en la búsqueda de un gol que le diera vida en el partido. Lo consiguió Ricardo Costa, el capitán. Pero el mal ya estaba hecho.