El fútbol galés ha pasado por ser un perfecto desconocido a nivel internacional. Su selección, a diferencia del resto de federaciones británicas, jamás ha disputado un Mundial y sólo ha destacado por referentes individuales, como en su día John Benjamin Toshack o Ryan Giggs, el legendario futbolista del Manchester United que continúa en activo con 40 años. Hoy, sin embargo, podría decirse que Gales pasa por una incipiente edad de oro balompédica, con los focos apuntando al zurdo Gareth Bale, el jugador del momento, cuyo traspaso le ha costado al Real Madrid más de 90 millones de euros, o por el ascenso a la Premier del Cardiff City, el segundo de los seis equipos galeses que se desvincularon en los años 90 de su federación.

Pero si Gales luce con orgullo su fútbol es gracias también al Swansea, rival del Valencia esta noche en el estreno de la Liga Europa. Ubicado en una ciudad deprimida tras la desindustrialización de Thatcher, definida por su dipsómano poeta local Dylan Thomas como «ugly, lovely town» (fea, hermosa ciudad), el equipo de Michael Laudrup supera toda débil apariencia y es uno de los que mejor fútbol despliega en la Premier League, categoría a la que ascendió (como primer equipo galés) en 2011. Su juego de toque y posesión ya es un signo de peculiaridad —al igual que su escudo representado por un cisne negro— en medio de un fútbol británico caracterizado históricamente por su tosquedad y dominio físico. En su primera temporada en la elite, el Swansea se convirtió en el equipo que más pases al primer toque dio de toda la competición, lo que le valió el apelativo de «Swanselona» por parte de la prensa deportiva británica.

La llegada de Roberto Martínez

Laudrup ha dado continuidad a una aventura estética iniciada en 2007 por un técnico catalán de 34 años llamado Roberto Martínez. El equipo estaba en el equivalente a Segunda B y Martínez reclutó a varios jugadores españoles sin sitio en Primera como Jordi Gómez, Andrea Orlandi o Ángel Rangel, uno de los supervivientes de los años heroicos en el plantel actual junto a Leon Britton. De una tacada el Swansea subió a Segunda. Martínez se marchó a Wigan pero su sucesor, el portugués Paulo Sousa, no renunciaría al buen juego. El salto de calidad necesario se dio con Brendan Rodgers, joven entrenador formado bajo la tutela de Mourinho en el equipo de suplentes del Chelsea, pero con un ideario táctico muy alejado del pragmatismo de «Mou».

Con Rodgers el Swansea subió y se consolidó en la Premier con relativa facilidad. Su marcha al Liverpool la suplió Michael Laudrup, que ha encajado con elegante suavidad en la filosofía de los Swans, ha aumentado la influencia española hasta un total de ocho jugadores y ya ha conquistado una Copa de la Liga.

El club no ha perdido un ápice de su singularidad. Los jugadores se duchan tras los entrenamientos en gimnasios públicos. En un campeonato dominado por las fortunas de los oligarcas, el Swansea es controlado por una extraña pareja de empresarios, el holandés John Van Zweden y David Morgan. Ambos se conocen desde 1977, en sus años universitarios. Van Zweden, natural de La Haya, quería mejorar su torpe inglés y pagó un anuncio en la revista del Swansea (entonces en cuarta división, una vez esfumados los años dorados con Toshack) buscando un compañero con el que cartearse. Morgan le respondió y se estableció una relación epistolar durante varios años con misivas que trataban, básicamente, sobre el errático trote del Swansea. En 1979 Van Zweden se subió a su descolorido Opel Ascona para viajar hasta Gales, conocer a su amigo y ver partidos del Swansea.

Los dos amigos no perdieron el contacto y en 2002 pasaron a la acción, cuando lideraron la oferta para comprar un club a punto de descender a las categorías amateurs con una deuda de 300.000 libras. Con el apoyo de los aficionados salvaron al club y le dieron estabilidad. Hoy rechazan ofertas millonarias por el equipo de moda de la Premier.