Refugiados en las galerías de Mestalla, los jugadores esperaron atónitos a que una treintena de aficionados desistieran en su ira hacia ellos para poder marcharse del estadio. Algunos tenían hasta miedo. Ricardo Costa, como capitán y porque así lo reclamaron los hinchas más radicales, fue quién trató de apaciguar los ánimos. Costa pidió perdón a los ultras y se comprometió a trasladar en el entrenamiento de hoy a sus compañeros la rabia de los aficionados. Dos horas después del partido, los futbolistas abandonaban cabizbajos y avergonzados el estadio, mientras en las oficinas del club se reunía el Consejo de Administración para decidir qué hacer con el entrenador.

Curiosamente, el protagonista a quién no señaló la grada. Porque, desde que acabó el partido, los futbolistas fueron el centro de todas las críticas. La pasividad de los elegidos para competir por el Valencia, desató la indignación de los aficionados. Así, como en las noches más trascendentales de Mestalla, la afición del Valencia -la mayoría eran los integrantes de la Curva Nord- se congregó frente a la fachada de Mestalla al final del partido. En la avenida de Suecia, más de mil seguidores pidieron a voz en grito responsabilidad a los futbolistas, centros de los insultos durante toda la noche. «Futbolistas, mercenarios», «dónde está vuestra vergüenza», «no váis a salir, no váis a salir», «este escudo no lo merecéis», «que salga el capitán» o «pedir perdón» fueron las frases más repetidas en la Avenida de Suecia. Una imagen muy similar a la protagonizada por los integrantes de la Curva Nord la pasada temporada, cuando pidieron la marcha del entonces presidente, Manuel Llorente.

La policía tuvo que congregarse en las inmediaciones de Mestalla para evitar incidentes. No hubo ninguna crítica, curiosamente, hacia el entrenador. La afición exculpa al técnico serbio, uno de los referentes del glorioso Valencia del doblete, de los males actuales del equipo -antes del partido en la zona de la Curva Nord se desplegó una pancarta en apoyo al técnico-.

Tampoco hubo malas palabras hacia el presidente, Amadeo Salvo, cuyo proyecto no está más que en su fase embrionaria y que, por los malos resultados, está en entredicho. El presidente, abatido, vivió anoche su peor momento desde que tomó el mando del club. Antes del partido, irradiaba optimismo; después, preocupación. Y durante, sufrimiento. Mucho sufrimiento. Arropado por los consejeros Sol y Peris, el presidente no pudo ni siquiera ver el último cuarto de hora del partido. Con la mirada perdida en la grada y encadenando cigarros, Salvo esperó a que terminara el partido para reunirse con sus consejeros. Momentos en los que los jugadores, tras el pitido final, se reunieron en el centro del campo para aguantar los silbidos de la grada mientras la megafonía de Mestalla sonaba a altos decibelios.

Ya en el vestuario, los jugadores no daban crédito a lo sucedido. Otra derrota. Lo habitual tras los partidos es que los futbolistas cenen juntos y anoche así fue . Allí acudió Salvo, con cara desencajada y rodeado de su guardia pretoriana. No hubo charla general y sí conversaciones con algunos jugadores. En una noche para pocas bromas, los valencianistas trataron de acortar la cena para abandonar rapidamente Mestalla. Pero no pudieron cumplir sus planes. Algunos aficionados se lo impidieron. Sergio Canales fue el único jugador que acudió a dar la cara a la sala de prensa, mientras el resto se escondió en el silencio.