"La influencia de Jorge Mendes es descomunal y sin precedentes", describía este mismo año el Wall Street Journal para describir al agente de futbolistas más poderoso del mundo, en un reportaje titulado "Cómo tener un equipo sin comprarlo". La pieza repasaba el ascenso de Mendes (Lisboa, 1965) y su estrecha colaboración con el Real Madrid, club en el que no sólo colocó a las dos joyas más preciadas de su agenda de clientes, como Cristiano Ronaldo y José Mourinho, sino que amplió su influencia con las llegadas de Pepe, Carvalho, Di María o Coentrao. Las relaciones con otros clubes son igual de fructíferas: al Atlético de Madrid llevó a Falcao, Tiago o Diego Costa y años atrás a Maniche, Seitaridis, Motta o Simao. Chelsea, Oporto, Besiktas, Mónaco, Zaragoza o Deportivo son otros de los conjuntos que han quedado rendidos a los encantos del agente portugués, con dispar resultado deportivo. Mendes ha aumentado en los últimos meses sus conversaciones con el Valencia de Amadeo Salvo. La cooperación se inició con el fichaje de Hélder Postiga y puede continuar con el fichaje del hipotético sustituto de Miroslav Djukic: Quique Sánchez Flores y Domingos Paciencia son los que más suenan para el banquillo de Mestalla.

"Hace amigos con mucha facilidad", describen aquellos que le conocen. "Es un hombre positivo, que siempre aporta soluciones", describió en su día Augusto César Lendoiro, presidente del Deportivo, que define a Mendes como "un ahijado". No en vano, fue con el conjunto gallego con quien Mendes realizó su primer gran traspaso, en 1997, con la venta del portero Nuno por 300 millones de pesetas. Mendes conoció al guardameta en una discoteca que él mismo regentaba. Nacido en Lisboa, hijo de un funcionario y de una ama de casa, Mendes se trasladó a la localidad de Viana Do Castelo, fronteriza con Galicia, para intentar abrirse un hueco en el mundo del fútbol como jugador. No pasó de Segunda B, con el Vianense, pero pronto se advirtieron sus dotes de empresario despierto al renunciar a cobrar un sueldo a cambio de gestionar la publicidad estática del pequeño estadio. Con esas ganancias abrió un videoclub, sede de su humilde agencia de futbolistas. Nadie lo sospechaba pero estaba a punto de nacer un imperio.

El traspaso del exvalencianista Hugo Viana al Newcastle por 12 millones de euros en 2002 fue su primera gran operación. Con un perfil discreto, trabajador enfermizo, siempre pegado a varios móviles, y sin llevar más de una bolsa con dos camisas encima para no tener que facturar en su fugaz trasiego por los aeropuertos, Mendes amplió su cartera de clientes con dos fenómenos incipientes, Cristiano Ronaldo y José Mourinho, que eclosionaron en el momento justo, coincidiendo con la expansión del fútbol portugués a raíz de la Eurocopa de 2004. Su desembarco ese año en el Chelsea ya colocó a su agencia Gestifute como la más poderosa de Portugal, para sorpresa de Paolo Barbosa y José Veiga, desplazados de su lugar privilegiado en el mapa de intermediarios.

Al margen de las grandes operaciones, Mendes, en clubes como el Zaragoza y Atlético, también ha facilitado la llegada de jugadores a través del fondo inversor Quality Sport Investment. Se trata de "ceder" a jugadores de su propiedad a otros equipos, que no poseen los derechos económicos del futbolista -como máximo se paga su ficha y un porcentaje simbólico del traspaso- pero lo disfrutan sobre el césped.