Agarrado a la descarada juventud de Fede Cartabia, futbolista que lleva en la sangre el arte y la astucia de los potreros, Mestalla se liberó con la victoria sufrida y sudada del Valencia contra el Sevilla. Tres puntos balsámicos, culminados con el doblete goleador de Jonas, que despejan el futuro de Miroslav Djukic y calman a un equipo que volvió a derrochar actitud, la virtud más añorada por una grada con la que vuelve a estar reconciliada.

Djukic fio su suerte a los jugadores que siente más próximos, y el equipo respondió, con un planteamiento más decidido y vertical, con la aportación intuitiva de Fede y Pabón por las bandas, que dieron al Valencia la agresividad deseada. También ayudó la ubicación de Jonas por el centro de la mediapunta, la posición en la que se erigió desde su fichaje como un asistente de lujo. Pero, sobre todo, al ánimo renovado de los blanquinegros contribuyó no encajar ningún gol tempranero que cortocircuitase las neuronas. Unas buenas intenciones alimentadas con el empuje participativo del público, consciente de que debía redoblar su generosidad en este complicado trance, por mucho que le duelan las bofetadas sufridas. Siempre llevando la iniciativa, el Valencia se asomó por los extremos, con Pabón y Fede corriendo como galgos y levantando la cabeza para probar a Beto. Postiga, con la motivación tan afilada como de costumbre, chocaba en su áspero duelo sin tregua con Cala. Para Pabón y Postiga fueron las primeras ocasiones, pero cruzaron en exceso en la definición. Las ganas de agradar aceleraban las pulsaciones, a veces de forma equivocada. Jonas, algo atacado tras recibir una patada de Beto que le dejó los tacos marcados en el vientre, atizó dos patadas feas que le podrían haber valido la expulsión.

En defensa, el Valencia resistía. En parte por el equilibrio táctico que da al bloque Javi Fuego, presente en todos los caldos. Los errores, que siguen existiendo, se enmendaban sobre la marcha y también conviene apuntar que el Sevilla, un rival con casi tantos nervios clasificatorios como el Valencia, se precipitó en un par de contras claras que dispuso para adelantarse en el marcador. Los sustos, en disparos de Marko Marin y en un error grave de Jairo para dar el pase de la muerte a Gameiro, reactivaron al Valencia antes del final de la primera parte, con Ever Banega fresco de ideas para tocarla de primeras y siempre hacia adelante.

Los locales reclamaron dos penaltis, bastante evidentes, por manos en el área sevillista tras sendos disparos de Pabón, que nunca vacila. El gol llegó con una incursión del valiente Fede, que se había cambiado de banda, y regaló medio tanto a Jonas, desmarcado por el centro. En la celebración afloró toda la rabia contenida.

El Valencia se había aplicado en la primera parte, pero quedaba por comprobar qué constancia iba a tener después del paso de vestuarios. La salida visitante sorprendió a los de Djukic, que tardaron en reincorporarse al partido. Los reflejos de Alves salvaron un remate muy claro de Vitolo, pero nada pudo hacer cuando a la salida de un córner peinado en el primer palo, Gameiro, el sueño prohibido de Braulio, empujaba a la red sin marcaje alguno.

El Sevilla pasaba a controlar la situación y el Valencia, sin Ricardo Costa, roto con un pinchazo al rechazar un remate, trataba de mantener el equilibrio y luchar contra sus miedos. Se agarró al desparpajo de Fede, que levantó al público con dos chuts desde la frontal, el primero de ellos con una suave vaselina. El envite se movía en una peligrosa dinámica, de ataques sin finalizar del Valencia y amagos de contras sevillistas, hasta que Jonas recibió en la frontal y la colocó como mandan los cánones: rasa, seca, ajustada al palo. El brasileño, con los ojos fuera de su órbita, acudió a la banda a celebrarlo con su hermano, antes de ser retirado con todos los honores. Mestalla, tras dos semanas soportando penurias, gozó en el desenlace. Lejos de querer conservar la renta se fue a por el tercero, que llegó con un cabezazo de Víctor Ruiz a pase de Bernat. Y con todo sentenciado Fede deleitó con todo tipo de gambetas a la grada, a la que ya tiene enamorada.