Desde hace un mes, el Valencia venía transitando por un camino inusual. Ha bastado con que regresara a la senda de la naturalidad, para que las aguas retornen a su cauce y Miroslav Djukic recupere el color, el resuello y la sonrisa. Y no hubo ningún milagro. Simplemente el equipo volvió a jugar el domingo como acostumbraba a hacerlo en las postrimerías de la pasada campaña.

En el frontispicio del partido estaba escrita la ya famosa máxima de Rovira (Radio 9): «Hui hi ha que guanyar... o guanyar». Para resolver ese dilema tan acuciante, Djukic eligió a los once futbolistas que presumía que no le iban a fallar. Y en efecto, esos jugadores captaron el mensaje que 48 horas antes les había enviado la grada: «Esto es cosa vuestra». Así que ellos y su entrenador aplicaron la lógica „el fútbol también la tiene„: cada cual en su puesto, haciendo lo que mejor sabe hacer; juntando líneas para arroparse entre sí y ahogar al contrario. Y poniendo eso que ahora llaman intensidad y antes se denominaba de otra forma más racial. Fue suficiente para doblegar a un Sevilla que va el último. (A estas horas, el mosqueo de Del Nido, siempre tan vanidoso, debe ser considerable, así como el canguelo de Unai Emery). Y el triunfo también sirvió para dejar con el trasero al descubierto a quienes van alardeando de estar en posesión de no se sabe muy bien qué secretas claves.

Como en el fútbol, la mirada es tan corta y el sabor de boca siempre tan reciente, algunos ya se han desatado y rememoran el famoso partido de Sarriá que catapultó al Valencia de Benítez. Craso error. No hay que echar las campanas al vuelo, como tampoco había que vender la piel del oso serbio antes de tenerlo cazado. Si de un día para otro, los futbolistas han sacado tan fácilmente al VCF del marasmo en el que ellos mismos lo habían metido, con idéntica soltura lo pueden devolver al barrizal. Así que no hay que fiarse ni un pelo. Al contrario, habrá que seguir apretándoles. Por lo visto, ése es el único mensaje que captan a la primera. Como la función no ha hecho nada más que comenzar, vamos a ver si el equipo ha cambiado el chip o, lo del domingo fue un simple remiendo. ¿Han cicatrizado todas la heridas abiertas? ¿Qué será de los damnificados? A Amadeo Salvo todavía le quedan muchos misterios por resolver. Y a Djukic, muchas mejoras futbolísticas por acometer.