Fue el día después de que el Swansea sacara los colores al Valencia en el estreno de la Liga Europa. El conjunto de Laudrup se paseó en Mestalla (0-3) y Djukic señaló a Rami como el principal culpable. Cuando apenas habían transcurrió diez minutos, el francés tuvo que parar como pudo a Bony cuando encaraba a Guaita. Vio la roja directa. Según el preparador serbio esa desafortunada jugada propició el desastre final. Así de claro lo dijo en un corrillo de periodistas a la salida del entrenamiento en la Ciudad Deportiva. Uno de esos informadores, en vez de contarlo en su radio, fue directo a Rami para chivarse. Le contó con pelos y detalles el raje de Djukic. La reacción de un jugador que necesita muy poco para calentarse la boca fue la esperada.

Aunque hubo otra vuelta de tuerca horas después. Rami se cayó de la convocatoria ante el Sevilla, donde Djukic se jugaba el cargo. Completó todo el entrenamiento, pero al final se quejó de unas molestias en el tobillo, una tendinitis, según los médicos del club. El futbolista abandonó Mestalla con el pie derecho vendado, pero eso fue insuficiente para levantar todo tipo de suspicacias. Según algún compañero suyo, cercano al entrenador, Rami se había borrado. También le faltó tiempo a otro reportero para contárselo al francés. La «mascletà» estaba preparada, pero Djukic fue el pirotécnico. Fue en la rueda de prensa antes de viajar a Granada. Allí se le preguntó cómo había incluido a Rami en la convocatoria pese a su lesión del partido anterior. Con gesto y tono incómodo dijo: «El tema de la lesión de Rami no entro a valorarlo. Es una parcela que compete a los médicos». Minutos después el francés era alertado con la intención de que explotara. La mecha, desde el club, ya estaba encendida.