El fútbol es la escenificación incruenta de las primitivas guerras tribales. De ahí que su lenguaje esté cargado de términos bélicos y que la mayoría de las batallas que se libran cada domingo en los estadios sean, aunque muchos de sus protagonistas lo ignoren, una pelea entre clanes: una ciudad frente a otra; unos vecinos contra los de al lado, o el del ático contra el del segundo; los clubes pobres intentando desbancar a los ricos€ Estos combates se viven, desde la óptica del simple espectador, con una vehemencia muchas veces superior a la que ponen los mismos futbolistas sobre el terreno de juego. De ahí que se requiera de cauces adecuados para canalizar y desfogar tanta pasión contenida y transformarla en controversia dialéctica. Polémica encendida, pero hablada; arrebato visceral, pero dialogado. Y para dar rienda suelta a la plática, pocos foros hay tan apropiados como las mesas o las barras de los bares. O sea, el Maipi. Ese recogido y coqueto rincón de Ruzafa, es un museo de recuerdos valencianistas, porque su patrón, Gabi Serrano, por si ustedes aún no se habían percatado, es «xoto» irreductible.

El local cumple años y mañana por la tarde se procederá a soplar las 30 velas de rigor. En todo este tiempo, por allí han desfilado cientos de miles de valencianos, atraídos primero por la olla casi familiar de Pilar y ahora por la variopinta cocina de Jesús „un saludo, maestro„. Al Maipi acude gente de toda alcurnia y condición, desde señoras emperifolladas a inspectores de Hacienda circunspectos; desde los políticos de la oposición, a los posicionados; de cuestionados consellers en ejercicio, a utópicos aspirantes alternativos. Todo el mundo acude allí a degustar su cocina al tiempo que pela la pava, fundamentalmente, hablando de fútbol. Sus tertulias adquirieron notoriedad, gracias al excelente elenco de las figuras invitadas, empezando por don Alfredo di Stéfano, siguiendo por Luis Aragonés, Quique Flores o Unai Emery y acabando por Ernesto Valverde. Adicto a la casa fue el gran Lubo Penev, como lo es ahora Voro. O también los impagables integrantes de Tricicle, que no son futbolistas pero sí acreditados «culés».

Con todo ese bagaje a sus espaldas, no es extraño que Gabi se haya convertido en uno de los gurús futbolísticos de la ciudad. Lo sabe todo, está al tanto de la última movida y aunque guarde las confidencias como un cura las confesiones, un gesto suyo es para el sagaz reportero, lo mismo que una colilla para un sabueso de la Guardia Civil: vale, aquí se ha fumado. De ahí que se haya convertido en referencia del gremio periodístico. En Maipi, de paso que se le proporciona al cuerpo alimento y placer, se nutre uno de datos para sus informaciones. Además de la teoría aprendida de los maestros, Gabi sabe de fútbol „o al menos eso cree él„ porque hizo sus pinitos en su Requena natal, como atestigua una de las cientos de fotos que decoran el local, en la que aparece vestido de corto, con pelo y perfil de defensa aguerrido. Así que a sus años de práctica, ha unido luego los conocimientos adquiridos en largas veladas de tertulia. Estamos, por tanto, ante un erudito en la materia.

Al frente de la nave, empuñando con firmeza el timón, Gabi, en días de mucho agobio y compromiso, es capaz de mandar a gambar loros a uno de esos comensales plastas, para liberar una mesa en beneficio de un cliente hambriento. Eso sí, por la noche, si es preciso, se presentará en la UVI del hospital para empapuzarle la cena, vigilar el nivel de los goteros y velar su sueño. El corazón de Gabi supera muy ampliamente su condición de cascarrabias entrañable. Por eso se hace tanto de querer. En fin, muchas felicidades, amigo. Y larga vida al Maipi.